Son las 9 de la mañana. Un día cualquiera de agosto en un centro de salud de Mérida. Decenas de desconcertados pacientes se acumulan en la sala de espera de las instalaciones para conseguir sus recetas. Algunos, desorientados, comprueban en la lista pegada en la puerta de la consulta de su médico de cabecera quién les va a atender en realidad.

Un señor de unos 80 años mira el listado con el desconcierto dibujado en el rostro. "Pero si me va a atender otro médico, ¿por qué no me lo dijeron cuando llamé por teléfono para pedir cita?", pregunta en voz alta. Como el resto de sus compañeros de consulta acuden a la puerta de al lado, tal y como les indica el papelito.

La puerta se abre y se asoma un médico. Desde la consulta llegan las notas de un disco de música clásica con las que el doctor trata de relajarse en una mañana que parece que se va complicando. "Señores, les pido un poco de paciencia. Tengo que atender a 70 personas en la próxima media hora, así que les pido un poco de tranquilidad", explica el galeno intentando buscar la comprensión de quienes están a punto de ser sus pacientes.

Vuelve a entrar en la consulta y se escucha la primera queja de una afectada. "Yo tenía cita a las 9, son las nueve y cuarto y todavía no me ha llamado", asegura una paciente. Otra señora le advierte: "Es que esto no va por hora, porque como se han juntado las consultas de dos médicos hay gente con las mismas horas". "¿Y entonces?", le pregunta sorprendida. "Pues hay que pedir la vez, señora", responde un tercer paciente atento a la conversación. "¿Como si esto fuera un supermercado?". "Efectivamente". Resignada, la paciente de las 9 de la mañana hace la obligada pregunta: "¿Quién es el último?"

En los pocos minutos que dura la conversación la entrada y salida de pacientes de la consulta es constante. El médico se apresura en atender y resolver, con una media que alcanza las dos personas por minuto. La mecánica es simple.

--Dígame su nombre.

--Antoñito López (nombre simulado).

--¿Y qué quiere?

--Miorelax (un relajante muscular) y Artific (lágrimas naturales para hidratar los ojos.

Según ha terminado de pronunciar el nombre de los fármacos solicitados, el médico ya tiene las recetas firmadas y preparadas sobre la mesa para que sean entregadas en la farmacia. Sin preguntas, sin dudas, sin consejos, ni evaluaciones... una receta tras otra. Y así hasta 70 veces seguidas en tan solo media hora.