Rosalía Heredia, su marido y sus tres hijas han cambiado su ciudad de residencia en tres ocasiones desde que el matrimonio se quedó en el paro. Vivían en Gerona pero al quedarse ambos en el paro, el pago del alquiler se hacía insostenible. Se mudaron entonces a Mérida, ciudad en la que pagaban por este concepto 450 euros. Pero las prestaciones por desempleo se agotaron y también este era un precio excesivo, por lo que la familia se trasladó a Esparragalejo, una pequeña localidad cercana a la capital extremeña en la que una casa en alquiler para la familia numerosa cuesta 270 euros.

"Nos hemos tenido que ir amoldando", explica Rosalía, que este mes ha percibido la última cuantía de la ayuda de 426 euros a la que tenía derecho por ser desempleada y el subsidio que recibía su marido del Programa Temporal de Protección por Desempleo e Inserción (PRODI). "Con este dinero nos manteníamos cinco personas pero a partir de septiembre no ingresaremos nada", se lamenta. Rosalía busca empleo para ella y su marido, pero le da la sensación de que "siempre trabajan los mismos, jóvenes que no tienen familia". Dice que aún no sabe cómo saldrán adelante. Solo tiene claro que "deberían estudiar más las situaciones familiares antes de conceder las ayudas". A. R.