Un choque frontal. Más de tres horas y media estuvieron ayer en la Moncloa José Luis Rodríguez Zapatero y Juan José Ibarretxe sin lograr aproximación alguna. El lendakari, que no dio ni un paso atrás, defendió que el plan Ibarretxe tiene el respaldo de "la inmensa mayoría" de los vascos y que "no es un problema", sino "una oportunidad histórica de solución". Pero el presidente plantó cara a este órdago y le replicó que su plan es "ilegal", no tiene "consenso" y "divide" a la sociedad vasca.

Fue una conversación muy tensa y franca, a calzón quitado. "Si no se negocia, daré la palabra al pueblo vasco", desafió Ibarretxe a Zapatero, quien, según fuentes gubernamentales le respondió, sin titubeos: "Si lo haces, tendrás enfrente la firmeza del Gobierno y la fuerza de la ley".

Dan cuenta de la dimensión del encontronazo los términos usados para describir el tono de la cita. "Se desarrolló en un clima institucional correcto", informó la vicepresidenta, Teresa Fernández de la Vega. Ibarretxe ni se detuvo a valorar el clima. Tras una alocución en euskera, sólo comentó en castellano que había venido a dar su opinión y a escuchar la del presidente.

GUERRA CARLISTA En un medido discurso, el jefe del Gobierno vasco lanzó cuatro mensajes a otros tantos interlocutores. El primero, para la sociedad española, fue amable y pedagógico. "He venido a tender la mano, no a dar un portazo", dijo, porque "los españoles entienden que el futuro de Euskadi corresponde decidirlo a los ciudadanos de Euskadi". El plan Ibarretxe, aleccionó, "no es para romper, sino para convivir con España". Es la vía, dijo, para lograr "una relación amable entre España y Euskadi, que está quebrada desde 1839", en referencia al final de la primera guerra carlista.

El segundo bloque lo dedicó a explicar la entrevista. Informó de que propuso formalmente a Zapatero "abrir una negociación" sobre su propuesta. Y admitió que el presidente le negó cualquier posibilidad de negociación. Pese a ello, insistió en "mantener la puerta abierta".

En el tercer punto abandonó la pedagogía y lanzó el reto. "Mientras yo sea lendakari, la voluntad de la sociedad vasca no será sustituida nunca por la voluntad del PP y del PSOE". Y continuó: "Si la petición de negociación no es atendida y la propuesta es rechazada sin negociar, daré la palabra al pueblo vasco y ellos darán su opinión".

EL TERMINO REFERENDO Ibarretxe se cuidó muy mucho de emplear el término referendo. No lo pronunció ni en su discurso inicial ni en la respuesta a las preguntas posteriores. Cuando se le planteó si baraja otra fórmula de consulta que no sea un referendo, insistió en que tiene "capacidad para consultar" a los ciudadanos, pero reconoció que el resultado del tal sondeo "no tendría validez jurídica". No obstante, sí se aferró al peso "político" que tendría el pronunciamiento de los vascos.

La vicepresidenta, que compareció pocos minutos después del lendakari, reconoció que ante el presidente el lendakari sí habló de "referendo". Y sostuvo que Zapatero había dejado claro a su interlocutor que sólo pueden convocarse "los previstos en la ley". Es decir, los que cuentan con la aprobación previa del Congreso para el asunto que se somete a consulta popular.

Hubo más respuestas tajantes, a tenor de las explicaciones que dio De la Vega. "Mientras yo sea presidente del Gobierno de España, el plan Ibarretxe nunca se aprobará y jamás se aplicará", zanjó Zapatero. Por tanto, "no hay nada que negociar". Para compensar tanta contundencia, el presidente ofreció una salida a Ibarretxe: "Volver a empezar desde el principio", trabajar para "reconstruir el consenso" y seguir "el camino de la ley".

En el dilema entre ruptura y reforma, Zapatero avanzó a Ibarretxe algunas de las consecuencias que afronta el Gobierno vasco. Una propuesta nueva, consensuada y legal, tendrá "todo el apoyo del Gobierno". Ahora bien, si el lendakari "se obceca" y persevera en su idea de llevar adelante un plan rechazado por el Congreso, "tendrá enfrente la firmeza del Gobierno y la fuerza de las leyes", sostuvo Zapatero.

"UN CALLEJON SIN SALIDA" Aunque se negó a concretar hasta dónde llegará la determinación del Gobierno para obligar a Ibarretxe a cumplir la ley, De la Vega descartó cualquier imprevisión. "El Gobierno tiene previsto qué hacer ante cualquier eventualidad", sostuvo, pero rehusó pronunciarse sobre "escenarios virtuales". Tras definir el plan Ibarretxe como "un error que conduce a un callejón sin salida", De la Vega aseguró el "ánimo tranquilo" de Zapatero, porque "sabe el camino que tiene por delante" y está "confiado en que sus argumentos calen en el lendakari".