Ciertos cambios químicos en el cerebro determinan nuestra capacidad de adaptación ante las situaciones imprevistas. Una hormona denominada noradrenalina es la principal responsable de ese proceso, de acuerdo a una investigación realizada por científicos de la Universidad de Cambridge y el University College de Londres. Según un comunicado, la noradrenalina puede generar las condiciones para favorecer una mayor rapidez en el aprendizaje necesario para adaptarnos a nuevas situaciones y realidades.

Determinadas experiencias nos sacan de nuestro eje y nos obligan a cambiar. Esa realidad cotidiana que parecía contenernos y protegernos, en una apacible comodidad marcada por la certidumbre de lo conocido, puede derrumbarse súbitamente y conducirnos a la imperiosa necesidad de adaptarnos a lo nuevo. Un ejemplo claro y contundente es la situación que se vive actualmente a nivel global en torno a la pandemia de COVID-19, que ha modificado abruptamente aspectos económicos, sociales, familiares y personales.

Frente a estas situaciones inesperadas que deben resolverse con rapidez y que nos exigen una adaptación casi inmediata, el cerebro dispone de una “ingeniería” propia que se manifiesta y actúa con celeridad. Siguiendo las conclusiones del estudio realizado por los neurocientíficos británicos, la noradrenalina es la sustancia que comanda el proceso a través del cual nuestro cerebro nos aporta las herramientas necesarias para adaptarnos a los cambios imprevistos.

Se trata de una hormona del grupo de las catecolaminas, que tiene múltiples funciones fisiológicas y homeostáticas, además de la capacidad para poder actuar como hormona o como neurotransmisor. La noradrenalina tiene la función a nivel cerebral de lograr el equilibrio entre nuestra tendencia a confiar en las experiencias pasadas y la posibilidad latente de dejar atrás las mismas y aprender con rapidez cosas nuevas, con el propósito de adaptarnos a los cambios.

Cambiar para sobrevivir

Según la Dra. Rebecca Lawson, investigadora de la Universidad de Cambridge y autora principal del estudio, “adaptarnos a situaciones inciertas nos ayuda a sobrevivir. Cuando sucede algo inesperado, tenemos que decidir si se trata de una situación única e ignorarla o si, por el contrario, seguirá sucediendo en el futuro y en consecuencia podríamos beneficiarnos al cambiar, adaptarnos y hacer las cosas de manera diferente”, explicó.

Para verificar el impacto de la noradrenalina, los investigadores sometieron a los participantes en un experimento especialmente diseñado a una sesión de observación de imágenes, intercaladas con sonidos que se relacionaban con las mismas. Una parte de los voluntarios recibió propranolol, un fármaco que bloquea la acción de la noradrenalina y que se emplea para reducir la ansiedad y la presión arterial. En tanto, otro grupo recibió solamente un placebo.

En un principio, las imágenes y los sonidos seguían una secuencia lógica y predecible, pero abruptamente las condiciones se modificaron y las relaciones eran ahora completamente aleatorias: ya no era tan sencillo identificar un patrón para ligar cada imagen con un sonido determinado. En función de esto, los científicos evaluaron las diferentes reacciones en los dos grupos de participantes.

Resultados concretos

Constataron que los voluntarios medicados con propranolol tenían una mayor dependencia de las experiencias pasadas y eran más lentos para adaptarse a los cambios. Quienes habían recibido el placebo, por el contrario, olvidaron más rápidamente los esquemas previos y fueron más ágiles para adquirir los nuevos conocimientos y poner en marcha su capacidad de adaptación. Esto demuestra que la noradrenalina cumple un papel vital en este proceso, favoreciendo nuestra rapidez de respuesta frente a las exigencias de un entorno cambiante.

Ahora, los especialistas creen que la acción de esta hormona podrá utilizarse en nuevos enfoques para tratamientos relacionados con patologías como el autismo y la ansiedad, en las cuales esta capacidad de adaptación a lo inesperado se encuentra limitada.

Referencia

The computational, pharmacological, and physiological determinants of sensory learning under uncertainty. Lawson, R.P. et al. Current Biology (2020).DOI:https://doi.org/10.1016/j.cub.2020.10.043

Foto: bruce mars en Unsplash.