Amante de la lectura y voraz lector de periódicos, Fausto Fernández Díaz, nació hace 46 años en Alía (Cáceres), transcurriendo su infancia en plena comarca de las Villuercas. La situación que se vivía en Extremadura obligó a su padre a emigrar a Alemania cuando él era todavía un niño. Estudió Magisterio en Cáceres, donde comenzó su vida profesional que continuó en Guipúzcoa, la tierra natal de su mujer, hasta que finalmente se instaló en la localidad madrileña de Rivas-Vaciamadrid en 1986, siendo el alcalde de la misma durante los últimos 8 años. Desde marzo de 2002 es el coordinador de Izquierda Unida en la Comunidad de Madrid y en octubre del mismo año fue designado Candidato a la presidencia de la CM. En Rivas-Vaciamadrid ha sido el director del Colegio Publico El Olivar y actualmente tiene su plaza de funcionario en el Instituto Europa.

¿Cuál ha sido su balance de este último año como coordinador de IU?

--Ha sido un año difícil, porque he tenido que compatibilizarlo con la alcaldía en Rivas-Vaciamadrid y además ha sido un año preelectoral, no obstante, ha supuesto para mí un recorrido importante como dirigente.

Usted llega a ser alcalde de Rivas-Vaciamadrid en un momento de gran inquietud social en esa zona.

--En efecto. Me encuentro con un municipio que no pagaba a los trabajadores municipales o lo hacían con mucha dificultad. Tenía una crisis enorme porque la mayor propietaria de suelo urbano de la zona, PSV, entra en crisis en ese momento. Entonces Rivas tenía en torno a 15.000 habitantes. Hoy tiene 42.000.

¿Qué logros destacaría?

--La consolidación de un ciudad que aporta un plus de calidad de vida en todos sus ciudadanos. Puedo afirmar que los servicios públicos básicos, de ocio y cultura de los que goza esta localidad no los tiene ningún otro municipio de Madrid.

Como extremeño en la distancia, ¿cuál es su visión de Extremadura?

--Extremadura no acaba de acortar el diferencial que le separa del resto del estado en cuanto a nivel de renta, nivel de vida. Creo que desde el estado de las autonomías no se ha acortado esa distancia y quizás no sea culpa de Extremadura en sí, sino del modelo de estado que no plantea suficientes recursos para que la horquilla entre la primera comunidad y la última tenga el margen más estrecho.

¿Siempre ha tenido una posición clara en la izquierda?

--Cuando todavía era estudiante en Cáceres ingresé en la PC hasta la fundación de Izquierda Unida, y desde que tenía 19 años he militado de forma ininterrumpida.

Pero IU no es un partido de grandes masas.

--Quizás IU nunca ha tenido vocación de ser un partido mayoritario en la sociedad, aunque una buena parte de sus presupuestos conectan con los de la sociedad. En este momento en que muchas veces se conforma la opinión en elementos más propagandísticos que de fondo, nos falta saber expresarnos en ese medio y somos muy machacones en los objetivos, pero no en la manera de venderlos.

Desde su punto de vista como político y maestro, ¿qué cambiaría en la Educación?

--Hay tantas cosas que cambiar... Entre ellas meter nuevos profesionales en los centros y ofrecer una atención especializada a los que la necesitan, sobre todo ahora que vienen tantos niños inmigrantes que demandan una mayor ayuda.

Ya metidos en la juventud, ¿cómo calificaría la actuación de los jóvenes frente a la reciente guerra de Irak?

--Me parece una excelente noticia que los jóvenes vuelvan a tener un interés por lo social y por lo político, y que estén dispuestos a intervenir teniendo una conciencia crítica de lo que está pasando, que se muevan por los valores éticos ante lo que ocurre al otro lado del planeta.

¿Le recuerda eso a su época de estudiante?

--Entonces era el momento de la transición y los jóvenes éramos un poco más inconscientes que las generaciones anteriores de lo que había significado el franquismo que temían tanto, y con razón.

¿Qué le dotó de esa conciencia social?

--En mi casa vivíamos una situación de dificultades, de injusticia, de inmigración, como otras miles de familias de extremeños del mundo rural. Esa era la base de mi ideología, aunque influyó de mayor manera el momento en el que me hice mayor y se respiraba una enorme movilidad social.

¿Cómo ha sido ese cambio?

--En estos veinticinco años la sociedad española ha dado un gran salto en el nivel de vida, que se relaciona mucho más con lo económico que con lo espiritual o el modo de pensar.

La huelga general, las movilizaciones estudiantiles, la incapacidad del Gobierno para afrontar el problema del ´Prestige´, la guerra... ¿cambiará eso las urnas?

--Confío en que sí. Si lo que ocurre en política pesa o no pesa sobre la opinión pública se acaba mostrando en las elecciones. Si no ocurriese así para mí sería una gran decepción y parecería que todo ha sido un proceso mucho más superficial de lo que realmente hemos vivido.

Lo cierto es que la posición que ha tomado IU ante un conflicto siempre a sido la misma.

--Nuestra posición es muy natural porque siempre hemos estado en contra de cualquier guerra. Creemos que en este momento las soluciones que se aplican mediante el uso de la fuerza lo único que hace es aplazar históricamente la solución de los problemas, que deberían resolverse mediante la negociación.

¿Y cómo calificaría la actuación del PP?

--Creo que ha sido muy grave en dos aspectos. El primero de ellos, porque ha forzado la legalidad y se nos ha metido en la guerra sin seguir los pasos que la constitución española marca y en segundo lugar porque ha desoído a la inmensa mayoría de los españoles, lo que ha daño enormemente el valor que la política tiene para la ciudadanía española.