Alguien definió a Juan Mora como "un hombre de aspecto quebradizo y sonrisa ladeada que cuando la gana, apunta con el capote una seguiriya gitana". Juan Gutiérrez Mora (Plasencia, 10-04-1963), es uno de los grandes exponentes del buen gusto torro. Hijo de Mirabeleño , que fue novillero, ganadero y empresario taurino, se trasladó a Sevilla y allí comenzó a sentir el gusanillo del toreo. Se vistió de luces por primera vez en Osuna en 1977 y debutó con caballos en Nerva el 25 de agosto de 1978 y el 1 de mayo del siguiente año se presentó en Las Ventas. Recibió la alternativa de manos de Manolo Vázquez y Curro Romero el 3 de abril de 1983 en La Maestranza. Su primer toro de lidia venía de la ganadería de Núñez Moreno de Guerra. Mora confirmó el doctorado el 24 de junio de 1984 actuando como padrino Manili y como testigo Pepín Jiménez.

Mora ha tenido como apoderados más notables a Manuel Chopera, Diodoro Canorea, Manuel Canorea, su propio padre y desde enero del 2003 a Victoriano Valencia hijo.

El diestro placentino fue calificado durante muchos años como un torero otoñal, y no porque su carrera estuviera cercana a su fin, sino porque su maestría, sus esencias las ofrecía cuando la temporada llegaba a su fin. Un pensamiento afloraba respecto a su comportamiento: "Las cosas hay que hacerlas paso a paso, sin atropellar la razón", escribió Pablo García-Mancha sobre el torero.

A Mora también le cuelgan el rótulo de ser un torero de espejo , y es que se cimbrea delante del morlaco con compases de hipnotismo. "Se torea como se es y no se puede evitar", pensaba Belmonte. A Mora le da por gustarse y se relaja en las suertes. Unas veces le sale bien y otras mal, pero deja siempre la impronta de querer impregnar la quintaesencia de su arte de parsimonia.

Las cornadas han atravesado sus carnes muchas veces, había que arrimarse y cuando no convenía y también saltaba la sangre. "El miedo tiene ojos azabaches como el toro", decía Curro Romero, y el que no lo tenga, malo. Mora transmite un toreo de melocotón, suave en su percepción y cuando lo ejecuta a su gusto, la plaza se viene abajo. El extremeño-sevillano no aprendió en Sevilla, sino que enseñó. Lástima que su regularidad y su suerte no se hayan aliado con él muchas más veces.