Corrían los años sesenta y setenta. Extremadura era una región agrícola, sin apenas recursos y con una brecha por cerrar: la emigración. Cientos de extremeños salían de la región en busca de un futuro más favorecedor y menos incierto. Antonio Elviro Arroyo, presidente de la Agrupación Extremeña de Alcorcón y defensor a ultranza de Extremadura, pertenece a esa generación de extremeños que un día tuvo que emigrar en busca de formación y de un puesto de trabajo. Se confiesa socialista y su mayor tesoro es que haya paz. Escucharlo en su despacho de esta agrupación extremeña, supone repasar el álbum de fotos de tantos y tantos emigrantes con los que sentirse identificado. Promotor de federaciones de emigrantes y militante de la reivindicación extremeña es un ejemplo a seguir y todo un orgullo para Extremadura.

¿Qué le mueve a seguir trabajando por Extremadura después de tantos años viviendo fuera de ella?

--Trabajar por Extremadura es una necesidad que está dentro de mí porque forma parte de mi persona y no lo podré dejar de hacer nunca. El día que deje de trabajar por mi tierra estaré mal. De alguna forma sigo viviendo allí porque tengo casa en Brozas y me escapo siempre que puedo. Mi mujer es extremeña también y del mismo pueblo. En las paredes de mi puesto de trabajo tengo carteles de paisajes de extremeños y uno que dice "cuando me veáis próxima la muerte llevadme a la sombra de una encina, os prometo revivir". No es mía la frase.

¿Entonces se sintió obligado de alguna forma a emigrar?

--Los que nacimos en los años cincuenta estábamos predestinados a salir de Extremadura a buscar un puesto de trabajo, y dependía de la situación personal de cada uno hacerlo o no. Emigré cuando yo tenía diecisiete años, pero no me considero emigrante, sino exiliado político. La política del estado español del momento consistía en desangrar a unas regiones, en este caso Extremadura, para favorecer a otras, principalmente a Cataluña, el País Vasco y a Madrid.

¿Recuerda el día que salió de su pueblo a buscarse la vida en Logroño?

--Nunca podré olvidar ese día. Yo salí de Extremadura un veinte de septiembre de 1971 a las 6 de la mañana en un autocar que los que llamaban piratas, y que en este caso tenía el recorrido Brozas-Vitoria. Yo me bajaba en Miranda de Ebro. Ese autobús paraba en todos los pueblos por la carretera que iba a Ciudad Rodrigo y Salamanca. En él viajaban familias enteras que salían de Extremadura a buscarse la vida. Incluso llevaban sus muebles en la baca del vehículo. Iban personas mayores que no paraban de preguntar cuándo llegábamos porque probablemente lo más lejos que habían ido en toda su vida era a Cáceres. Recuerdo que un gracioso le dijo a uno de ellos: "Tiene que quitarse la gorra para ir a Vitoria porque si no nos van a dejar entrar". El abuelo abrió la ventanilla del autobús y la tiró. Eso lo tengo muy marcado.

¿Por qué llamaban a esos autobuses ´piratas´?

--Se les dio ese nombre porque no eran líneas regulares, ya que no tenían la concesión de una ruta marcada. Yo prefiero llamarles autobuses sociales. Todos ellos hicieron una labor social tremenda y muchos les debemos haber podido salir de Extremadura en busca de trabajo. Cuando habíamos subido al autobús, el conductor explicó: Si nos paran los motoristas no digáis que viajamos a Vitoria, sino que vamos de excursión , porque si no nos multaban. Vamos, como si fuéramos unos sin papeles . No es lo mismo, pero ahora me siento identificado con los inmigrantes que vienen a nuestro país en pateras. Cada vez que veo por televisión el tema de las pateras me viene a la memoria ese día.

¿Y cómo se sentía un chaval de pueblo en una ciudad desconocida para él?

--Lo primero que notas es un cambio de costumbres. Logroño tenía una zona agrícola muy buena y una industria bastante fuerte. En Extremadura no teníamos entonces industria. Las primeras personas con las que me encontré cuando llegué a Miranda del Ebro fue a un andaluz y un gallego que iban a lo mismo que yo. Qué casualidad. Los cambios que se han producido en Extremadura son evidentes y creo que uno de los mejores es que los extremeños nos sentimos orgullosos de serlo y ya no nos da vergüenza decirlo, y eso no ha sido siempre así. Yo no me avergoncé en ningún momento porque estaba en una situación similar a la de muchos otros inmigrantes de aquella época. A partir de aquel momento Cáceres y Badajoz se convierten para mí en Extremadura con mayúsculas, y no hago distinciones de si eres de un sitio o de otro.

Vamos, que no hay mal que por bien no venga...

--Obviamente para sentirse cómodo contigo mismo tienes que aceptarte tal y como eres y sentirte identificado con tus raíces, lo cual es un paso fundamental en cada uno de nosotros. Es cierto que Extremadura no tiene un desarrollo similar al de otras comunidades autónomas, pero ha crecido mucho en los últimos años a todos los niveles y ahora puedes elegir entre irte o quedarte, opción que yo no tuve.

¿Cree que la política actual de la Junta de Extremadura se ajusta a las necesidades de la región?

--Pienso que la política que hace Ibarra es realista. Muchas veces se tiene que enfrentar a gente, incluso de su mismo partido, porque le piden servicios que no se pueden dar. Todo el mundo quiere que el AVE pase por su ciudad y por su pueblo y como es lógico eso no puede ser porque entonces no es un AVE, sino un correo de los antiguos. Dudo bastante de que llegue a gobernar el Partido Popular en

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