En El Barraco había pintadas a favor del Chava Jiménez y un montón de periodistas esperándolo en la plaza del pueblo. Era el año 1998. Abraham Olano había ganado la Vuelta, pero el Chava, con sus alocados ataques en la montaña, se había llevado los aplausos y la pasión. La cita con el Chava se había hecho a escondidas. Había que ir a su casa. Dibujó un plano en un papel y avisó que la referencia visual sería un joven más bajito que él que estaba paseando a sus perros. Ese joven era el novio de su hermana. "Este chaval --dijo Chava-- se llama Carlitos y va para buen ciclista".

¿Que si se sabía? Y tanto. No era necesario que el Chava lo dijera porque Sastre era uno de los destacados de la Peña Angel Arroyo, que dirigía su padre Víctor. Los chicos de Arroyo, entre los que también estaban Paco Mancebo y Pablo Lastras, además de Jiménez, eran también los chavales de José Miguel Echávarri y todos corrían para el Banesto aficionado. Echávarri decidió pasar al primer equipo a Mancebo y Lastras. Sastre debía correr otro año como aficionado. Por eso atendió la llamada de Manolo Saiz y fichó por el ONCE, lo que agrietó la relación entre su padre y Echávarri.

Fueron cuatro años los que pasó a las órdenes de Saiz. La relación nunca fue extraordinaria, porque Saiz nunca vislumbró en Sastre a un futuro ganador del Tour, sino más bien a un gregario tímido, el más tímido de la clase, al que se le daba la escalada y al que tenía que enseñar la disciplina de la contrarreloj.

En el ONCE conoció a Laurent Jalabert, la primera persona con la que ayer se abrazó, en la parte trasera del podio del Tour. Jaja es ahora comentarista de la televisión francesa y durante cuatro años fue la inspiración de Sastre. En silencio, siempre en silencio, observó sus movimientos y, sobre todo, "su amor al ciclismo". Hoy ganará el Tour que nunca estuvo al alcance de Jaja.

ENTRAÑABLE Sastre es un tipo especial y casi único. Se acuerda del nombre de todos los periodistas que conoce y responde a las preguntas citando a la persona que se la formula. Pero la memoria también le sirve para reprimir en público a un informador por una crítica en una crónica deportiva escrita varios años antes.

Pero un triunfo en el Tour debe servir para olvidar las diferencias del pasado, sobre todo si la victoria, como es el caso de Sastre, llega a través del trabajo silencioso, sin alardes, sin dejarse ver, sin decir nunca en público que tenía un reto difícil en la salida de Bretaña, hace tres semanas, pero no imposible.

"Yo no sabía que podía ganar el Tour, pero sí que llegaba mejor preparado física y mentalmente que otras veces. Y más motivado que nunca". Palabra de Sastre.