Constantino nos ha dejado. He leído en algún medio de comunicación una semblanza sobre su trayectoria vital: sus logros, sus inquietudes, la huella que dejó en la empresa asturiana donde trabajó y en Torreorgaz, su pueblo, del que fue alcalde.

Pero ¿cómo expresar lo que representaba este hombre? Constante era una de esas personas que te hacen la vida agradable; con su charla, sus detalles, su experiencia.

Un hombre trabajador, sin dobleces, de los que llaman al pan, pan y al vino, vino. Él había estudiado tarde, pero sabía más que muchos de nosotros.

Siempre llevaba unas fichas con los comentarios de los libros que elegíamos en el taller de lectura, algunas elaboradas con años de antelación. Su biblioteca era amplia y la ponía al servicio de todos. No he conocido a nadie más generoso, espléndido y cordial que Constantino. Descansa en paz, amigo.