Cuántas veces en el despertar de cada mañana hemos tenido que enfrentarnos a la amargura de una jornada desfavorable para nuestros propósitos.

Seguramente sean más de las que creemos. Nuestro sistema cerebral tiene suficientes recursos para convertir esta encrucijada tortuosa e indeseada en una gran muralla, que construida con la desgana que nos asedia cada mañana, sea capaz de mantenernos aislados contra esta fuerza demoledora llamada: desidia.

Mientras que nos queden fuerzas para pelear contra ella, luchemos a muerte con esa fortaleza con la que es capaz de rearmarse nuestra Esperanza.