Se pudo leer ayer por Internet que unos 4.500 maestros en Galicia se niegan a dar clases en español. Los docentes están para enseñar, cuanto más, mejor. Incluso hay maestros, los buenos, que aconsejan a los padres a qué tipo de estudios se pueden dedicar o a trabajar, los alumnos que han tenido. Hay cuarto carreras o profesiones cuya dedicación es a full time y la devoción es total: militar, educación, medicina y sacerdocio. In illo tempore, cuando una persona no cumplía con determinada profesión, se le denominaba apóstata, y al que apostataba se le llevaba a la hoguera, y al militar desertor se le fusilaba. Así de sencillo. Si unos militares se negaran a no a ir a la guerra o a no empuñar el fusil -cosa que ha acaecido- y ha tenido su castigo caerían en una deserción con grandes perjuicios para ellos. Si un médico se negara a asistir a un paciente, la gravedad y su pena son grandiosas, y si un sacerdote se negara a impartir un sacramento o negar la asistencia física y espiritual a un feligrés, o no, le caería sobre sus espaldas el peso de sus mandatarios de orden. Con la negación de estos maestros a impartir estas clases, se crean problemas. De todos conocido es que Galicia es tierra de emigrantes. Si se les niega a los alumnos el derecho a conocer la lengua española, se les niega el derecho a poder salir de la región gallega y trasladarse a otras provincias españolas y poder optar a un trabajo, puesto que ignorarán el idioma. El problema de adoptar esa postura, se terminaría trasladando al alumnado de otros centros. Cerrad esos centros vacíos ya, poned en el paro a esos docentes y anuladles la titulación.