Me voy a referir a la última oída por mí, aunque son innumerables las calabazadas que suelta. La última fue: "¿A quién van a votar los ciudadanos, a Rajoy con la crisis del Prestige, o a mí que me enfrenté a la crisis de los controladores aéreos?". Pérez, la crisis del Prestige está acabada y felizmente terminada, y la crisis de los controladores todavía está por resolver. Ahora bien, el presentarse a esta crisis de los controladores, echándoles a los militares encima, amenazándoles con echarles a la calle, o a la cárcel, quitarles los emolumentos, embargarles todo, eso es sencillo, tal como lo hacían Stalin e Hitler, o lo están haciendo los Castros, los Gadafi, o los Chávez que en el mundo corren.

Este segundón político, algo debe de haber hecho mal o no sería tan famoso, y lo que ha hecho mal, a escondidas y en silencio, todos los españoles lo sabemos en su totalidad. Solo es cuestión de tiempo para que se le descubra con claridad meridiana lo que tiene escondido. Siempre se excusa, y el excusarse antes de ocasión, es culparse. Va, ahora, con modales y gestos de no haber hecho algún mal en su vida. El orgullo que tiene le delata, ¿no sabe que el orgullo es el complemento de la ignorancia? Aunque él, de ignorante, no tiene nada. Las cosas las hace bien pensadas y estudiadas, con alevosía y premeditación. No se le escapa nada, aunque luego se descubra su mala fe. No se da cuenta de que las personas somos como la luna, que siempre tenemos un lado oscuro que no se enseña a nadie, y Pérez lo tiene. ¡Vaya si lo tiene!