Siempre se ha recelado un olor a podrido en todo lo relacionado con la usura y la política. Esta pestilencia, bien camuflada entre falsos perfumes de diseño, se va erradicando en favor de una sociedad más justa y equilibrada. Las membranas pituitarias de los que velan por el bien común, parecen estar refinando su misión, y cada día olfatean mejor estos malos olores. Su evolución, les permite discernir, qué aromas deben de imperar en el tejido político, económico y social del país; apartando de raíz los nocivos efluvios provocados por sus artífices. La prepotencia y el atrevimiento de los que contaminan los destinos de una próspera convivencia, se van evaporando (gracias a personas con pundonor) en favor de una justa y mejor atmósfera, deseable para la buena oxigenación de la sociedad de nuestros sueños. Las cárceles darán buena cuenta de esos tramposos envasadores de perfumes.