Como en la novela de Kafka, El proceso, uno no sabe muchas veces qué pensar e, incluso, intentando hacer uso de la más elemental lógica, analizar situaciones esperpénticas y propias de argumentos de Buñuel, para lograr establecer situaciones que determinados sujetos nos empujan a padecer y que, simplemente, son irreales, absurdas y, finalmente, vergonzosas por sus patéticas tramas, normalmente viciadas de corporativismos exacerbados y que ya de por sí mismo descalifican al grupo de complacientes cómplices en cuestión.Si hace diez años, cuando mi hija iniciaba un lúgubre y solitario camino en su vereda escolar, me hubiesen dicho que al día de hoy yo soportaría y padecería una verdadera caza de brujas no me lo hubiese creído, pues no es mi estilo saltarme indisciplinadamente normas y pautas de convivencia, respeto y educación.Si alguien me hubiese dicho que hace 6 años y medio, cuando detecté la problemática de mi hija, las teóricas ayudas que se establecen por Normas como la L.O.E. serían nulas y que solicitar y finalmente exigirlas sería sinónimo de represión, acoso y derribo, incluyendo viles y míseros "efectos colaterales" hacia mi hija, no me lo hubiese creído, es más, recuerdo algunos comentarios de padres y madres afectados que criticaban y se desesperaban con la intervención de los colegios hacia niños con patologías análogas o cercanas a la que padece mi hija y pensaba para mí que eran exageradas. El tiempo rápidamente me colocó en la situación real de este alumnado y la situación desesperante de familiares a los que desgraciadamente se ningunea y banaliza asiduamente.Si hace cuatro años, cuando intenté concienciar a determinados altos cargos de esta podrida especie política extremeña, mediante algún extenso y descriptivo dossier referente al déficit atencional y su repercusión socio escolar, me hubiesen dicho que ello daría lugar a una sistemática campaña de bulos y rumorologías, con falsa denuncia incluida, jamás lo hubiese ni siquiera imaginado pues, por aquel entonces, aún creía en la justicia, la legalidad como arma convincente para llegar a ella y la honestidad y solidaridad social de apoyar a los colectivos y niños más desfavorecidos.Hoy día, por el contrario, me han obligado por tanta hostia institucional a ser agnóstico en demasiadas áreas, donde observo apesadumbrado y taciturno que todo este estado de derecho es pura falacia, puro escaparate, puro espejismo iluso y donde Papá Estado, manejado por unos impresentables tipos sin escrúpulos, sin ética ni concienciación social, sigue amodorrado y embobado por el lamentable brebaje que indocumentados éticos y deontológicos les suministran.Al día de hoy soy o me consideran un "presunto maltratador, negligente" o vaya usted a saber. Y es que mal bicho debo ser cuando he osado denunciar al estamento educativo, sus grupúsculos, sus departamentos y tantos y tantos cobardes implicados que niegan por activa y pasiva la falta total de medidas paliativas para ayudar a mi hija y, finalmente, esconder un maltrato sistemático, en forma de marginación, exclusión, desacreditación, rumorología, burlas y mucho, mucho desprecio. Por tanto, me he debido ganar a pulso ese supuesto título de padre negligente, incompetente y maltratador, que hizo caso a su hija y la sacó de esos antros donde a menudo era tildada de zumbada, tonta, lela, chochona y demás calificativos "cariñosos y entrañables" por buena parte de sus denominados compañeros. Y es que, seguramente, los "entendidos y cualificados profesionales de educación" deben ser partidarios de que mi hija, como un anterior compañero de su última clase, tome nota de lo que los más "educados y afables" compañeros les dicten y así, para que sea integrada, siga esas pedagógicas y ricas consignas de otros compañeros, e intente, por ejemplo, chuparse las cejas con la lengua como en alguna ocasión se le pidió a un docilizado y complaciente compañero con muy serios problemas y nada consciente de ser un verdadero chivo expiatorio o, mejor dicho, una "chiva humana" donde solo faltaba la trompeta gitana para rellenar el espectáculo "variopinto e integrador" del grupo.Las frecuentes lágrimas de soledad, aislamiento y marginación de Silvia quedarían atrás. Serían ocupadas por las risas "sanas y ecológicas" de muchos de sus compañeros, que, por supuesto, la harían ser integrada y aceptada.Y en el recuerdo, una "técnica y psicóloga" de Infancia y Familias, que en una reunión se le escapó al decirme que el expediente abierto por falsa denuncia era motivado por la "agravación por sobreprotección" hacia la niña.¡Señor, Señor! Cuánto título incompetente y cuánto ignorante voluntario o involuntario existe en esta tierra extremeña medrada y extorsionada por imbéciles de tres al cuarto, verdaderos canallas que se sienten omnipotentes cuando acechan y firman o apoyan falsos expedientes para ganarse sus cínicas prepotencias.