Medardo Muñiz Fernández es nuestro personaje. Había nacido en un pueblecito de la Siberia extremeña, Castilblanco, el 8 de junio de 1903. Falleció 89 años después en otra localidad extremeña, Villanueva de la Serena, el 23 de febrero de 1993. Con su muerte desapareció el padre del ensayismo político extremeño también con él, se fue el periodista, el escritor y el político. De sus manos nacerían obras y artículos que no deben nunca caer en el olvido... recordemos pues, Cien artículos, Derechas e Izquierdas, Ensayos, Notas de mis prisiones, Cultura y política y un resumen para estudiantes del Espectador de Ortega y Gasset, su maestro y a la postre el pensamiento que ocuparía toda su existencia y del cual dependería en cada instante, un Ortega del que se declararía discípulo principal y que conoció en la Universidad de Madrid donde estudió e hizo magisterio.En sus comienzos, en los años 30, Medardo Muñiz empezó escribiendo en La Libertad y en el Despertad, de la capital de España, en La Región, de Asturias, y desarrolló la mayor parte de su obra literaria y ensayística hasta el fin de sus días en el diario ABC, ocupó también la vicepresidencia del Ateneo de Madrid.Fue maestro de letras y niños durante varios años en Zalamea de la Serena, aquí conoció a la mujer, que estaría toda la vida a su lado, Amalia Dávila Tamayo, una ilipense que supo adaptarse a su pensamiento y seguirle afablemente en la singularidad de su destino. Medardo Muñiz, en plena guerra civil española y a sabiendas que corría peligro su vida, tuvo que huir de Zalamea. Se dirige a su pueblo natal siguiendo una ruta inusual: obvió carreteras y caminos donde poder ser visto y empezó a recorrer todo el trayecto que siguen los postes del tendido eléctrico encima de una borriquilla y sin más equipaje que la frialdad del terreno. Después de la Guerra Civil fue detenido y encarcelado durante cinco largos años e inhabilitado para la docencia durante treinta y siete, para subsistir, como ya dijimos, con una Academia en Villanueva de la Serena, en la que se formaron varias generaciones de estudiantes extremeños. Don Medardo tuvo que soportar la inopia cultural del franquismo, reflejada en toda su crudeza, siendo vigilado, encarcelado, y despojado de su capacidad de docente, pero nunca llegarían a quitarle sus ganas de luchar por una España más justa, más libre, y sobre todo, basada en el respeto mutuo y la convivencia de sus ciudadanos, ideales que recibiría de su maestro, José Ortega y Gasset, y supondrían el espejo donde mirarse día a día. También, y como parte de esas miras, sabría adaptarse a nuevos tiempos, acatando la Constitución Española, nacida del pueblo al abrigo de una monarquía encarnada en Don Juan de Borbón.Solamente me queda un momento para la reflexión y quisiera hacerlo subiéndome al carro del reconocimiento y pedir para él, un ilipense de adopción, ese rinconcito en nuestra historia, esa que sabemos es vasta y antigua, y podemos ampliar con ejemplos como este. Medardo Muñiz Fernández merece ese rincón y reconocimiento en la vida cultural de Zalamea de la Serena, se le deben restituir muchas cosas que entonces se le quitaron: la capacidad para enseñar, la libertad, el honor... Fue un buen hombre en el sentido literal y llano de la palabra, como diría el bueno de Antonio Machado.