¿No conoces a Benito? Imposible. Si has pasado alguna vez por la Madrila, seguro que te ha ladrado. Es el dueño de Doctor Can y antes lo fue de Provega.Ayer 2 de marzo, murió Benito. El mejor amigo de mi hermano Juan, y el primer perro que entró en nuestras vidas, para cambiarlas y revolucionarlas por completo. Entró a escondidas, en casa había un cartel que decía: O el perro o yo, firmado: Papá. Mi hermano lo recogió de la calle hecho un auténtico asquito. Había sido apaleado, estaba desnutrido, pero esos ojitos decían a un futuro veterinario: Recógeme, recógeme. Y así estuvo, escondido mientras recuperaba un aspecto algo más decente para presentarlo en sociedad. Detalles a parte, mi padre nunca fue de querer un perro con 4 fieras en casa, y con toda la razón. Por lo que llevó tiempo que ese chucho pulgoso se ganase el cariño de todos, aún más cuando apenas tenía pelo. Recuerdo el día que, tras muchos intentos por gustarle a mi padre, se sentó frente a él, se quedaron mirándose el uno al otro y sin mediar palabra, por fin recibió la deseada caricia del cabeza de familia. Fue tan sólo un gesto, pero ahí comenzó una nueva etapa en la familia Alvarado. Se levantó y se dirigió a su habitación.Fue lo más humano, lo más bonito, y lo más inteligente que le he visto hacer a ningún animal, y a Benito también era un chiste fácil.Era un perro inteligente, pero guerrero, no lo podía evitar. Sacarle a pasear era una tortura, sobre todo al principio, que al haber sido recogido de la calle, ladraba a todo lo que se movía, motos, señores con bastón, niños, perros, pájaros...todo el barrio de la Madrila le conocía, y parte de Cánovas también, dónde pasó sus primeros 10 años, en Provega. Lo tenía claro: él se enfrentaba y tiraba de la correa como diciéndo ¡sujétame que me lo como!. Pero sin correa era un cobardica, en cuanto notaba que nadie le sujetaba y que pasaba de él, volvía refunfuñando. Generalmente, la gente le saludaba por la calle, y suponían que yo era de la familia, y no al revés. Y es que tenía una personalidad única.De él aprendí muchas cosas, y me fortaleció el carácter. Nos educamos mutuamente y nos respetábamos: conseguí que no me gruñese cuando le quitaba la comida, cuando le echaba del salón o de encima de alguna cama, y a cambio, yo le llenaba de caricias, tumbada en el suelo me comportaba como él, hasta que llegó Canela, y encontró otra amiga de juegos. Pobre Canelita. En este tiempo, ha hecho de todo, destrozado, meado, mordido y sobre todo ha sido mordido se perdió en varias ocasiones reapareciendo en la puerta de casa yo creo que como no estaba dado de alta en Provega, decidía que pasaba de currar allí, que era muy estresante ladrar continuamente por dos salchichas en un bol de piensoLe echaré mucho de menos, muchísimo. Me hubiera gustado haber estado allí. Pero estará en mi corazón y en mis recuerdos, siempre.Un abrazo para todos