Una noticia muy breve me ha llamado la atención por resultar indignante y cómica, a un tiempo. En Colombia, dos cirujanos bailaron, en plena operación, con el tejido del paciente en sus manos. Este suceso, por un lado, sirve para poner en tela de juicio la adecuación de ciertos comportamientos humanos a determinadas circunstancias, (si esos médicos bailasen en una discoteca, no nos sorprendería nada); por otro, sabemos que existe un código deontológico, en el ámbito sanitario, muy claro. Dudo que se basen en él los profesionales que se burlan y comparten con sus colegas, y, lo que es peor, con personas ajenas al gremio, datos escuchados en sus consultas, por ejemplo. Son casos en los que la ética y el respeto hacia el paciente parecen desvanecerse. Una cámara de vídeo se encargó de grabar el episodio de los médicos colombianos. En muchas ocasiones, estos aparatos son testigos mudos, muy útiles para desarticular bandas de delincuentes o, como en el caso que nos ocupa, denunciar situaciones reprobables. Está claro que no estamos solos. Muchos “ojos” nos miran, en esta era tecnológica en que vivimos. Se podría decir que nuestra libertad de movimientos está mermada pero, precisamente por ello, debemos sopesar nuestros actos y valorar si es posible que incurramos en daño a otras personas, sin pretenderlo. Cuando perdemos el respeto a los demás, lo estamos perdiendo a nosotros mismos. No debemos olvidarlo.