Dejen, por favor, de anunciarnos como liberticidas, los derechos que les negamos se siembran en el especismo, se abonan con la ignorancia y engendran muertos. Llámenlos por su nombre: bulas para el crimen. No nos acusen de violentos, no son nuestras las manos que con sangre ajena, escriben los siniestros renglones de sus tradiciones ni el saldo de sus negocios. ¿Quién empuña el rifle, la espada o la lanza? Siempre ustedes.Tampoco sigan afirmando que despreciamos al ser humano. Nuestros hijos lo son y no queremos para ellos un mundo en el que el padecimiento de criaturas sensibles sea arte, diversión y comercio. Claro que nos importan las mujeres y los hombres, precisamente por eso, renegamos de su alienación y rechazamos que la educación, los hábitos y el sistema mercantil, los reduzcan a testigos mudos y a cómplices de tanta degradación.No, no creemos que el Planeta lo haya diseñado Walt Disney, ni que los cerdos hablen o que los perros toquen el violín no necesitamos "humanizarlos" para entender que no es justo que los sometamos, torturemos y asesinemos. No somos cretinos ni confundimos fantasía con realidad justamente es nuestra cordura, la que nos permite comprender que un gemido, un gruñido, un chillido y hasta el silencio, también son gritos de angustia.Esto es muy sencillo, aunque quieran perderse en todo tipo de disquisiciones morales o pragmáticas pervirtiéndolas a su conveniencia para distraer de lo esencial. No se trata de ustedes o de nosotros, sino de ustedes, de nosotros y de ellos. Porque sí, ellos también cuentan, los animales a los que denigran, atormentan y matan, son al fin las víctimas de su crueldad y los eternos ignorados. Les imponen la condena pero les niegan la voz.Tampoco necesita rugir de sufrimiento el mar que se contamina ni emitir alaridos de angustia el árbol envuelto en llamas, no hace falta ver sangrar al ozono por los bordes de su herida para admitir lo estremecedor una destrucción de la que el hombre es el único culpable. Nada justifica que hayamos convertido nuestro entorno en una suerte de basurero y de patíbulo en el que los racionales, nos erigimos en jueces y verdugos.No, los animalistas no somos un peligro social. Animalismo y humanismo se dan la mano el problema es que les inquieta que un toro o un mono posean los mismos derechos fundamentales que ustedes si con ello, pierden la inmunidad para martirizarlos o aniquilarlos. El maltrato a los animales es una lacra de nuestra sociedad, como tantas que ha habido, y sus argumentos para perpetuarlo no son más que las razones del tirano.Julio Ortega Fraile

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