Por todo lo expresado en la primera parte de esta información, publicado en esta sección el día tres de septiembre pasado creo que a la blanquinegra a simple vista urraca, dado que sus colores y reflejos son muchos, es razonable que no se le deba de considerar en base a muchos trabajos un ave "totalmente" perjudicial con una población razonable, porque aunque deprede cierta cantidad de nidos, también no deja de ser cierto como se ha comentado que tiene sus facetas positivas, como su consumo de gran cantidad de insectos, entre ellos y por poner un solo ejemplo la procesionaria del pino, también actúa positivamente como desparasitador del ganado y nunca olvidemos la eliminación de carroña, siendo a su vez esencial para los grandes carroñeros en el descubrimiento de la misma, o sea tiene un papel esencial y primordial en la cadena trófica. Incluso otros autores con cierta o no credibilidad, afirman que el problema de la mala fama de la pega rabilonga es psicológico y sobre todo pedagógico, hipótesis aceptable como todas. Por todo ello, no cabe duda y es innegable que sobre nuestra protagonista, la urraca, se debe de tener un control sobre sus poblaciones, dado que por su reproducción bastante numerosa y también hay que decirlo por la falta natural de sus tradicionales depredadores naturales, sus densidades pueden en un momento dado y sobre todo lugares concretos, crecer más de lo conveniente para el medio y el ya de por si, deteriorado equilibrio del mismo. Pero nunca por ello ser considerada una maldita. Creo que ya estamos en un país bastante avanzado para no movernos por esta clase de creencias y sobre todo posibles soluciones nunca razonables, desde el punto de vista de la verdadera realidad. Sé que este, será un artículo polémico, dado que muchos, algunos por su propia experiencia, pensarán que no son estos datos fiables. Pero creo que el tema merece ciertas reflexiones o mejor dicho comentarios al respecto, porque es indudable que lo que realmente influye en el mismo como en el de otros muchos casos sobre la cuestión de la caza menor, es la falta de piezas de la misma, que desde luego están motivados por muchos y muy diferentes motivos, que influyen en nuestros campos, o mejor dicho en algunos de nuestros campos, entre ellos no cabe duda el comportamiento alimenticio de nuestra protagonista. La intención ha sido exponer información lo mayormente contrastada posible para un problema dentro de los numerosos como he dicho que existen vinculados con la práctica cinegética, y para que no siempre haya que buscar soluciones muchas veces radicales, cuando no lo deben de ser tanto. Y en el fondo del mismo para intentar que no solo algunos paguen en excesivo número de ejemplares, en multitud de ocasiones, por daños que no originan, o en todo caso su influencia es en muchas ocasiones mínima y muy poco apreciable, comparadas con otras causas existentes. (*) El autor es ornitólogo y técnico en Gestión de la Fauna y de Espacios Naturales.