Las cuentas del mercado discográfico de 2006, presentadas el pasado 17 de enero, ponían el acento en el consumo de música vía teléfono móvil e internet, que se ha multiplicado por 10 en 12 meses, pero pasaban por alto un dato menor, casi anecdótico, que no por sentimental deja de ser histórico. Por primera vez desde finales de la década de 1970, el número de casetes vendidos en España es inferior al mercado del vinilo, que ya era residual desde hace más de una década. En el año 2006 sólo se vendieron 8.000 cintas, cifra que supone el canto del cisne de un formato que durante años ejerció de motor de la industria discográfica y forma parte de la memoria íntima y personal de millones de aficionados a la música.

La vertiginosa caída de la casete (lleva una década con descensos anuales de ventas del 80%) hace pensar que el anuario de 2006 puede ser el último que refleje su existencia. En el informe que Promusicae (la asociación de discográficas encargada de pulsar el mercado nacional) elaboró en el primer semestre de 2006, el casillero de las cintas aparecía con signo negativo. A esas alturas del año, el número de casetes que las tiendas habían devuelto a las compañías superaba al de ventas.

El dato confirma una impresión que llevaba tiempo instalada en el sector: la casete ha muerto. Sin embargo, no resulta fácil ponerle fecha a su defunción.

El protagonismo que las cintas han tenido en la historia de la música popular de este país contrasta con la desidia con la que la industria ha asistido a su desaparición. Las dos últimas cintas que Sony BMG (propietaria del 27% del mercado) puso en circulación fueron Love Songs , de Julio Iglesias, en noviembre de 2004, y Pisa el acelerador , de Joaquín Sabina, en febrero del año 2005. Del primero vendieron 5 unidades, y del segundo, 243. Universal Music (titular del 25% de la tarta comercial) dijo adiós al casete con el disco de UPA Dance de 2003. Alejandro Sanz, con No es lo mismo , fue el encargado de poner la lápida a la cinta magnética en Warner en 2003. Después de él, ningún artista de este sello volvió a sonar en una pletina.

Un caso ilustra los nuevos tiempos que vive el negocio musical: Bulería , el segundo trabajo de David Bisbal, del año 2004, fue la última cinta que puso en circulación Vale Music. Vendieron 14.000 casetes, una gota en el océano del millón de copias que logró colocar el almeriense. Tres años después, el último álbum de Bisbal, Premonición , del otoño pasado, ya no salió en cinta, pero se convirtió en el rey de las descargas desde el móvil.