La escena está de luto. El estadounidense Arthur Miller, uno de los más grandes autores teatrales del siglo XX, deconstructor del sueño americano, voz de la conciencia social, analista de la culpa y la redención y defensor de la libertad, falleció el pasado 11 de febrero por un fallo cardiaco en su granja de Roxbury, en Connecticut. El premio Príncipe de Asturias del 2002, autor de Muerte de un viajante , su obra más premiada, y Las brujas de Salem , la más representada, tenía 89 años.

Miller dotaba de extraordinaria profundidad lo corriente, aunque su propia vida estuvo muy lejos de lo ordinario. Nacido en Harlem el 17 de octubre de 1915 en el seno de una familia judía y víctima como millones de estadounidenses de los aprietos de la Gran Depresión, el joven que ahorraba 13 de los 15 dólares de salario semanal en un taller mecánico para pagarse la universidad, conoció el éxito fulgurante cuando tenía sólo 33 años y entró en el universo de la fama en 1956, cuando se casó con Marilyn Monroe.

Hasta que la enfermedad obligó a ingresarle, Miller había seguido escribiendo. Su último trabajo de ficción, una historia corta titulada Castores --sobre un hombre que reflexiona sobre su vida tras ver cómo matan a un animal en su propiedad--, aparece publicada en el último número de Harper´s.

El autor también estaba trabajando con la Biblioteca de América en una antología, estaba recopilando sus diarios para un libro y colaboraba con el productor David Reichenthal en las preparaciones de la producción de Muerte de un viajante , que se estrena en mayo en Londres.

Otro de sus relatos, The turpentine still , se publica en el próximo número en Southwest Review.

También en este trabajo, centrado en un personaje que empieza a pensar en su legado cuando se encuentra en Haití con un expatriado a punto de morir, Miller miraba hacia la muerte.

La pérdida de Miller ha creado una sensación de vacío en el mundo de las letras. Edward Albee, un autor al que Arthur Miller una vez alabó diciéndole que sus obras eran "necesarias", devolvió las loas y aseguró que el trabajo del fallecido había sido "esencial" para el pensamiento contemporáneo.

Para muchos lo es tanto que, ahora que ha desaparecido, lloran un reconocimiento que nunca llegó. "Siempre he sentido como una gran tragedia que nunca ganara el Nobel", dijo a Reuters Robert Weil, director de la editorial W.W. Norton. "Sus obras eran universales y tocaron a toda una generación".

La Fundación Príncipe de Asturias anunció que rendirá "un gran homenaje de recuerdo, admiración y gratitud" al intelectual que, en octubre del 2002, recibió en Oviedo ese galardón.