El Amazonas brasileño ha vuelto a hacer sonar sus alarmas, golpeado por la peor sequía que se conoce desde 1963 y cuyos efectos en los principales ríos de la selva ya se han hecho sentir con fuerza: miles de personas aisladas, trastornos en el comercio, exclusivamente fluvial, escasez de agua potable, alimentos y combustible, peligro de enfermedades (hepatitis, tifus, diarrea y cólera) e intoxicaciones y una enorme mortandad de peces. Este es el panorama que dibuja la sequía.