Hollywood echa de nuevo la vista atrás y busca sacar del estado de coma a algunos de sus más rutilantes personajes enfrentándolos entre sí. El año pasado le tocó el turno a los villanos de Pesadilla en Elm Street y Viernes 13 , que se las vieron en la entretenida, sin más, Freddy contra Jason . Ahora son otras dos criaturas del género fantástico, Alien y Predator, las que entablan una espectacular batalla en una película que no hace justicia ni a los viscosos seres de la serie inaugurada por Ridley Scott ni al alienígena con el que luchaba Schwarzenegger en el filme de John McTiernan.

Aunque la protagonista femenina adquiere cierta entidad y demuestra estar en sintonía heroica con la Sigourney Weaver de Alien, los personajes humanos que aparecen en Alien vs. Predator carecen de toda entidad. El filme no es un videojuego, pero los hombres y mujeres que habitan en la pantalla sí lo parecen. Son meras figuras que se mueven al son que marcan las criaturas que los utilizan como cebo para llevar a cabo su batalla secular.

La trama no se resiste por si sola, aunque eso parece ser lo de menos. A Paul W. S. Anderson, responsable de filmes curiosos (Horizonte final ) y de videojuegos fílmicos (Resident evil ) le basta con reproducir los rasgos esenciales de la serie Alien --las criaturas que salen de los húmedos huevos para sembrar su simiente en algún humano incauto-- y de las andanzas de los depredadores con tubos en la cabeza como si fueran trenzas de rastafari --la visión con luces infrarrojas-- para llegar a un metraje decente.

La película tiene alguna idea atractiva, como toda la secuencia en la que la pirámide ancestral donde se desarrolla la acción se convierte en un rocambolesco laberinto cuyas paredes se reconfiguran cada 10 minutos, cerrándose y abriéndose sus compuertas de piedra hasta formar interminables pasadizos distintos. Pero elementos de estas características no son suficientes para dotar de envergadura a un filme que, por no tener, no tiene ni sustos de consideración.