Jacques Schiffrin creó los libros de la Pléiade. Acabó en Gallimard, de donde fue expulsado por judío en 1940. Su hijo, André Schiffrin, editor en EEUU de Foucault, Chomsky, Sartre, Beauvoir y Hobsbawm --y casi de los Simpson--, acabó dentro del imperio Bertelsmann. Y de allí, a la calle. Ahora sigue editando a sus autores, en la independiente The New Press. Y avisa de nuevo de los riesgos de la concentración editorial.

Conmueve leer cómo sus padres le ocultaron el trauma del exilio.

--Todos los padres intentan proteger a sus hijos, y más durante una guerra. Yo no conocí las dificultades que pasaron hasta que leí la correspondencia de mi padre con André Gide.

Y sorprende que Gallimard, que en 1941 estaba condicionado por la ocupación nazi, no reconociera a su padre en la posguerra.

--No solo no se replanteó su readmisión sino que siempre actuó como si él no hubiese existido, mi padre. Y cuando avisé de que publicaría mis memorias y hablaría de ello, Antoine Gallimard amenazó con llevarme a juicio. Pero entiendo como un acto de contrición, para compensar esa vergüenza, que publicasen la correspondencia entre mi padre y Gide.

Explica cómo el maccartismo cortó los vínculos Europa-Estados Unidos.

--Hasta 1948 había intercambio político e intelectual, la guerra fría lo cortó y en el 1968 volvió a restablecerse, en parte gracias a los esfuerzos editoriales que hicimos. Pero ahora, en la época Bush, volvemos a tener un telón de acero.

¿Aún están vigentes los efectos del maccartismo? La agenda política de Estados Unidos incluía en 1948 un sistema de salud público...

--Totalmente. Igual que Franco liquidó los logros de la República, en EEUU se erradicó el New Deal . Truman era en 1948 un demócrata conservador, y estaba mucho más a la izquierda que Hillary o Obama hoy.

En ´La edición sin editores´ explicó los efectos de la concentración editorial en EEUU. Los editores franceses decían que ellos eran una excepción. ´En El control de la palabra´ explicó que el fenómeno había llegado a Francia. ¿Qué dicen los editores españoles?

--Decían que esto tampoco pasaría aquí. Pero ahora dos grupos controlan la mayoría del mercado español. Y Planeta se convertirá en el segundo editor en Francia.

Usted sostiene que en un gran grupo solo cuenta el best-seller. Pero todos tienen sellos de prestigio.

--Depende de los grupos. En algunos hay que conseguir que todos y cada uno de los libros tenga beneficio, no que los beneficios de unos permitan publicar otros, y las decisiones las toman los comerciales. Eso excluye cualquier nuevo pensamiento ya sea político o económico.

En España surgen pequeñas editoriales.

--En todos los países hay una proliferación de pequeñas editoriales independientes. Esto es alentador. Y aún lo es más que la mayoría sean creadas por jóvenes que han trabajado en grandes grupos y sienten que pueden hacer algo mejor con su vida que ir a la caza del best-seller.

¿Qué impacto tendrá la moda del e-book?

--De vez en cuando se anuncia alguna novedad tecnológica que lo cambiará todo. Pero parece que el e-book se centra en los best-sellers y solo está orientado a una parte del público. Y no es agradable leer con ellos.

¿Disminuirá la diversidad o permitirá que sea rentable mantener vivo el fondo editorial?

--No es necesario el libro electrónico, con las nuevas tecnologías de impresión digital puedes reimprimir 200 ejemplares. El problema es que las grandes editoriales deciden que no publicarán nunca un libro que venda menos de 2.000 al año.

ERNEST ALOS