1 El más importante, en sentido negativo, es una interpretación de todo lo que está sucediendo en el mundo musulmán y de los conflictos de Oriente Medio a través de un análisis del discurso religioso o cultural, cuando en realidad se trata de conflictos que tienen motivos geopolíticos y estrictamente políticos en su base. Es decir, Occidente pretende presentar una visión de choque de civilizaciones o enfrentamiento entre democracia y valores islámicos, cuando en realidad lo que están defendiendo son unos intereses económicos y geoestratégicos en frente de la soberanía que muchos de estos países quieren tener sobre sus propios recursos y sobre ellos mismos.

2 El tópico anterior encubre a la mayoría de lo que nos perdemos. Por ejemplo, en estos momentos se habla de conflictos étnicos o comunitarios en países como Irak o el Líbano. Pero se esconde quién ha iniciado este tipo de enfrentamientos, para debilitar a los países donde ocurren.

3 Hay un dato bastante incuestionable: las encuestas de opinión que el The Pew Reseach Center de EEUU, que indican que desde después del año 2001, el sentimiento antioccidental en los países musulmanes ha crecido de manera impresionante. Esto indica que estamos predicando una cosa y haciendo otra: no podemos seguir diciendo que somos los abanderados de las libertades y la democracia cuando consentimos que en algunos países que tenemos como aliados (Pakistán, Arabia Saudí...), los estén machacando o cuando entramos en guerras y ocupaciones ilegales como la de Irak.

4 Lo que no me acabó de gustar es el nombre, que remite al choque de civilizaciones y parece que intente ser la otra cara de la moneda. Creo que ha de ser bastante más, sobre todo una alianza en favor de los derechos humanos y de los valores democráticos. También puede ser una fórmula para priorizar no los intereses a corto plazo, como las inversiones en hidrocarburos, sino a largo plazo, que son los que nos pueden dar seguridad y estabilidad: los derechos humanos y los procesos de transición política.