La dictadura de la electrónica ha puesto cerco al cambio de marchas. El chip se está adueñando de las transmisiones para hacer más cómoda la conducción, de modo que el cambio manual, la típica palanca que recorre una rejilla en forma de H, se convertirá en una reliquia dentro de unos años. Y mientras los denostados automáticos van mejorando, en silencio, sus prestaciones y consumos para ganarse el favor del público europeo, que los odia porque los considera lentos, caros y aburridos, las marcas están proponiendo secuenciales, que no dejan de ser un rodeo para llegar a los automáticos.