Fue precisamente en Barcelona, durante su actuación en el Palau Sant Jordi el 11 de junio del 2005. Kelly Rowland anunció en el escenario que aquel sería el último concierto europeo de Destiny´s Child. El comentario corrió como la pólvora y en menos de 24 horas el trío tuvo que emitir un comunicado oficial que reafirmaba la sorprendente declaración.

Pero esa misma noche ya se había comprobado que la primera gira europea de Destiny´s Child era también el último escalón de la plataforma de lanzamiento de Beyoncé Knowles. Ella era el ángulo mejor perfilado de un triángulo nada equilátero. Si cantaban las tres, su voz sonaba a más volumen y las pantallas reproducían más su rostro que los de Michelle Williams y Kelly. Y si hacían turnos para interpretar sus canciones, las de Beyoncé (con las coreografías y los vestuarios más lujosos) arrasaban. Visto con perspectiva, cuesta no creer que todo era parte de un plan; quizá corregido sobre la marcha, pero meditado a fondo.

Destiny´s Child estaban de gira presentando un disco premonitoriamente titulado Destiny fulfilled (2004). O sea, destino cumplido. Era el cuarto de su carrera y parecía la última deferencia de Beyoncé hacia unas compañeras que ya no podían seguir su ritmo. Y las ventas confirmaron que se habían convertido en un lastre para su trayectoria.

FIN DE UN TRIO

Tras Survivor (2001) el trío había decidido tomarse un respiro. Respiro que Beyoncé aprovecharía para establecer una distancia ya insalvable sobre Kelly y Michelle. No solo publicó su primer disco en solitario, Dangerously in love (2003), sino que debutó como actriz en la tercera entrega de la saga Austin Powersy y sentó las bases de su imperio extramusical lanzando una marca de colonia. Michelle grabó un disco de gospel y Kelly uno de r&b, pero ninguna le hizo sombra. Solo ella se llevó 5 Grammy en 2004.

Darwinismo pop en su máxima expresión. Ella, que se había hecho amiguísima de LaTavia Robertson en un casting a los nueve años, que había invitado a su prima Kelly Rowland a formar un grupo dos años después y que lo amplió a cuarteto con la incorporación de LeToya Luckett, ya había visto cómo sus compañeras desaparecían a toda velocidad justo cuando Say my name , supersingle de su segundo disco, The writing´s on the wall (1999), arrasaba en las listas.

Todos los dedos acusaron entonces a Matthew Knowles, padre de Beyoncé y mánager del grupo, de que barría hacia casa. El hecho es que LaTavia y LeToya fueron sustituidas por Michelle Williams y la fugaz Farrah Franklin, que solo cinco meses después también saltó del grupo. Reducido el conjunto a trío, la estrella de Beyoncé brillaría más.

Una vez reajustado el organigrama, Survivor consagró definitivamente al grupo como una de las factorías de pop más lucrativas de la historia.

Y esta vez, el anuncio de separación también ha sido concluyente y sin espacio para malos pensamientos: "Pase lo que pase, siempre nos querremos como amigas y hermanas y siempre nos apoyaremos como artistas", declararon. Pero seguro que el señor Knowles ha hecho firmar a Kelly y Michelle un contrato jurando que jamás se les ocurrirá usar ni aspirar a usar la marca Destiny´s Child.

Una vez desvinculada del trío, Beyoncé ha seguido escalando peldaños en su particular competición consigo misma.

Además de sumar otro éxito de taquilla con La Pantera Rosa y grabar su segundo disco como solista, B-day (2006), dio la estocada definitiva (hasta hoy) enfundándose su papel más soñado en una adaptación al cine del musical Dreamgirls . Allí interpretaba a la cantante de un trío musical claramente inspirado en las Supremes. O sea, Beyoncé haciendo de Diana Ross. Y ahora, la gira mundial de la consagración.

Pero, las cosas como son. Delante de tan implacable estrategia para convertirla en la diva indiscutible del pop negro actual, hay una cantante igual de indiscutible. Otro tema es que haya sido precisamente ella la primera mujer de la historia (y el segundo afroamericano) en merecer el premio al mejor compositor del año según la Sociedad Americana de Compositores, Autores y Editores. Pero ya se sabe que la industria discográfica suele confundir los méritos artísticos con el rendimiento comercial.

La intención es acabar el artículo destacando que Beyoncé sea quizá la única pop star de EEUU que no ha tenido que pasar por el tubo políglota y grabar pestosillas versiones en castellano de sus canciones para hacer más caja en el mercado latino.