Director: Steven Soderbergh ; Intérpretes: Benicio del Toro, Franka Potente, Joaquim de Almeida, Lou Diamond ; Países: España / Francia / EEUU

Al final de Che, el argentino , primer episodio del díptico de Steven Soderbergh sobre el mártir revolucionario, este iba camino de La Habana en enero de 1959. Ahora, siete años después, aparece en Bolivia tratando de recrear allí la revuelta cubana, en una misión suicida regida solo por su fe inquebrantable en que las glorias pasadas pueden ser repetidas. La película transcurre entre escenas en las que Guevara dirige sus tropas y otras que recrean reuniones estratégicas entre el presidente boliviano René Barrientos y la CIA. Cuando no disparan o son disparados, los personajes pronuncian discursos acerca de sus creencias políticas y/o estrategias militares.

En esta segunda parte, los soldados de Soderbergh se ven acosados por la jungla, desanimados por la falta de apoyo de los bolivianos y por la salud de su asmático líder. Sucios y fatigados, están tan cerca del centro de su causa que el sentido de la misma se pierde casi por completo. Ello presta a Che, Guerrilla cierta sensibilidad, algo de lo que El argentino carecía totalmente.

El problema es que aquí Guevara llega a quedar casi completamente relegado a la periferia de la narrativa. Soderbergh ignora la vida interior de su protagonista --no ayuda la interpretación de Del Toro, interesado en darle al personaje una dignidad pero no corazón y alma--.

Si el biopic tradicional abusa de los clímax que exageran la realidad, esta película --ambas partes-- aqueja el problema opuesto: al pretender un retrato verosímil, Che no nos dice nada acerca del Che. Y su rechazo a adoptar un punto de vista ideológico hace que las acciones de Guevara no parezcan heroicas, sino ciegamente utópicas y destructivas. Es un héroe porque sabemos de antemano que lo es, no por lo que se muestra de él en esta obra tan elocuente como un póster o una camiseta.