Isabel Coixet sueña con rodar un día una comedia. Pero lo hace sin convicción, como se sueña lo que se sabe imposible. "Ya me gustaría, pero me salen así, pesimistas aunque con sentido del humor, como soy yo. El humor es lo que nos salva de meter la cabeza en el horno", afirmó la directora al presentar su última película, La vida secreta de las palabras , acompañada de Tim Robbins y Sarah Polley, los dos actores principales.

El filme, que se estrenó el pasado 16 de octubre, destila más pesar que risas a lo largo de sus 112 minutos, aunque el final es "de cuento de hadas", según palabras de la propia directora.

Una plataforma petrolífera en alta mar es el escenario donde tejen su intercambio de intimidades Hanna (Polley), una enfermera impenetrable que parece arrastrar una secreta tragedia, y Joseph (Robbins), un operario que ha quedado postrado en una cama lleno de quemaduras y temporalmente ciego a causa de un accidente. Simon, cocinero español encarnado por Javier Cámara, completa el reparto principal.

El planteamiento escénico de partida, según reconocen los intérpretes, se las traía. "Lo más complicado para mí fue simular la ceguera y lograr aportar energía desde esa postura tan difícil, siempre acostado", destacó el actor norteamericano, quien se involucró en el proyecto atraído precisamente por esa dificultad. "Hacía tiempo que buscaba un papel como éste", confesó.

Sarah Polley, protagonista de la anterior película de Coixet, Mi vida sin mí , ya sabe lo que es dar rostro a la tristeza. "Me siento muy cómoda con papeles así, lo paso bien sufriendo", reconoció la actriz canadiense. A diferencia de aquella cinta, donde encarnaba a una joven en sus últimos días, el dolor del nuevo personaje no tiene que ver con el futuro, sino con el pasado. Hanna fue víctima de violaciones y torturas en la guerra de Yugoslavia y ese trauma es lo que late detrás de sus silencios.

El personaje de Polley no está inspirado en ninguna persona real, pero la contienda balcánica dejó tras de sí miles de hannas, según descubrieron la directora y la actriz en el Consejo Internacional para la Rehabilitación de las Víctimas de la Tortura, en Copenhague, hasta donde viajaron en busca de documentación. La película, advirtió Coixet, está plagada de pequeños detalles extraídos de las supervivientes.