La experiencia personal de la realizadora francesa Julie Lipinski, especialmente la personalidad de sus padres, han marcado su ópera prima, la coproducción franco-belga El mejor día de mi vida , una comedia sobre los preparativos de la boda de una pareja de treintañeros, que se estrenó el pasado 26 de noviembre.

Con un guión escrito a medias con Laurent Tirard, la realizadora cuenta en su primer largometraje los prolegómenos del enlace entre Lola y Arthur, que pese a querer una fiesta sencilla y en familia, se convierte en un pomposo acto social. Es Lola la que pide a Arthur, con el que ya convive, una prueba de amor en forma de matrimonio. Y es él quien pone condiciones para salvaguardar su aparente inconformismo. Los padres y los amigos de ambos pondrán la nota caricaturesca.

Durante su reciente visita a Madrid, Lipinski habló de la mala herencia que la generación que rompió moldes a finales de los 60 y principios de los 70 ha transmitido a sus hijos (ahora en torno a los 30) respecto al matrimonio y al amor. Según la realizadora, se trata de un amor "tipo kleenex , de usar y tirar". Al parecer, esto es lo que han transmitido madres --la de ficción y la de la realizadora, según confesión propia--, independientes y reivindicativas "que se rinden al primer amante que pasa", y padres "granujas y aventureros", aunque el de Lipinski "no lo sea tanto" como el de ficción y le haya gustado el filme.

La directora de El mejor día de mi vida asegura ser muy observadora y haber asistido a muchas bodas "idílicas y magníficas aunque el fondo no sea tan real". "No pretende ser un alegato" a favor o en contra del matrimonio, explica Lipinski que prefiere interpretar su historia como "el triunfo del amor por encima de todo siempre que se sea fiel a uno mismo".

El filme supone la reaparición de la actriz Marisa Berenson, en el papel de la madre de la novia.