Un grupo de investigación de la Universidad de Extremadura, dirigido por el doctor Carlos Gómez Nieto, está ultimando una vacuna que puede poner prácticamente fin a una de las enfermedades más peligrosas para los perros, la Leishmaniosis --que también tiene una pequeña incidencia sobre los seres humanos--. Los investigadores, todos adscritos a la Facultad de Veterinaria de Cáceres, se encuentran en la última fase del proyecto, la de verificación sobre animales sueltos en su medio natural. Si los resultados que han obtenido en el laboratorio se repiten fuera de él, la vacuna podría estar en el mercado en apenas tres años.

La importancia de este avance científico no va a pasar inadvertida. En primer lugar, se trata de una enfermedad similar al sida, que ataca el sistema inmunológico y va debilitando al animal hasta matarlo. Su incidencia en la península es alta, al igual que en la mayoría de los países de la cuenca mediterránea. Aproximadamente, uno de cada diez perros la sufre, aunque en algunas zonas puede llegar hasta el 30%. En el caso de Extremadura, además, se suma que es una de las comunidades autónomas con mayor población canina y más realas, asegura Carlos Gómez. Un ejemplo, el pasado fin de semana cuando se abrió la temporada de caza en la región, se movilizaron 20.000 perros solo para la práctica de la caza mayor.

En segundo lugar, cabe destacar que hasta ahora no existe ninguna vacuna para esta infección. Se ha probado alguna en el continente americano pero las reacciones alérgicas que generaba obligaron a retirarla del mercado. Sí hay un tratamiento que puede controlar la enfermedad, pero no es 100% efectivo: no cura aquellos casos en los que la Leishmaniosis está más avanzada y, por otra parte, los propios fármacos pueden producir graves lesiones en el sistema digestivo y el hígado del animal.

Y si falta algún aliciente, éste es que la enfermedad puede desarrollarse en seres humanos. En los países europeos el número de casos es pequeño --apenas uno por cada 100.000 habitantes al año y por país--. Pero en zonas de Asia como India o en Sudamérica, algunas variantes de esta infección tienen especial incidencia sobre la población humana. En este sentido, una vacuna para la variedad canina puede abrir las puertas a una solución inmunológica para el hombre.

NO ES CONTAGIOSA

El equipo de Carlos Gómez, formado por ocho personas entre investigadores y técnicos, lleva cinco años trabajando en la búsqueda de una vacuna para la Leishmaniosis, una enfermedad que se contrae únicamente por la picadura de un tipo muy concreto de mosquito habitual en zonas de laderas bajas de montañas y cerros. No es contagiosa. El insecto, que es nocturno, pica al animal o al ser humano y deja el parásito --denominado Leishamania-- en el organismo. Tras un largo proceso de incubación, el parásito ataca el sistema inmunológico, destruyendo sus macrófagos (células encargadas de eliminar los elementos extraños que entran en el organismo). "Desgasta al animal y sus órganos hasta producir la muerte", explica el profesor de la Uex.

Detrás de esta labor está la compañía española Laboratorios Leti, fundada en 1919, con casi un siglo de experiencia en el desarrollo y producción de vacunas y una de las de mayor prestigio a nivel europeo. Ellos se encargan de la financiación del proyecto y fabricarán y comercializarán el producto una vez acabada la investigación y obtenidos los permisos de la autoridades sanitarias. "Acabamos de iniciar la última fase, que durará dos años. Probaremos el efecto de la vacuna en 300 perros de realas de la provincia de Cáceres y en cuatro clínicas veterinarias de Cáceres. Luego deberá ser certificada por la Agencia Española del Medicamento y la agencia europea. En 2011 o 2012 podría estar comercializándose", afirma Carlos Gómez.

De momento ya han logrado en el laboratorio un compuesto que genera en el organismo del perro los anticuerpos para hacer frente y combatir a la Laishmania antes de que el parásito lleguen al interior de las células y comience a destruirlas. También han determinado la cantidad y frecuencia de las dosis. Ahora les queda el trabajo de campo en el medio natural para detectar reacciones adversas.

Este trabajo se hará en Cáceres y en Francia, aunque la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Extremadura será el laboratorio de referencia y cooridnación durante todo el estudio.