Javier Cercas ha salido vivo de su particular guerra de Vietnam. La suya ha durado cuatro años, los que van desde la publicación en el 2001 de Soldados de Salamina , uno de los éxitos más rotundos de la historia reciente de la literatura española (un millón de ejemplares vendidos, traducida a 22 idiomas, 11 galardones, el último el inglés Independent Foreign Fiction Prize, y versión cinematográfica vista en España por 432.946 espectadores) a la aparición, la semana pasada, de los 110.000 ejemplares de su quinta obra de ficción, La velocidad de la luz , el chaleco que ha impedido que las balas del éxito acabaran con su vida literaria.

UN AUTOBIOGRAFICO EXORCISMO

"Cercas frenó al borde del abismo, olió el azufre del infierno y se puso a novelar a partir de eso, porque dada su personalidad el tema era inaplazable", expone el crítico Jordi Gracia, amigo del escritor desde que en 1989 coincidieron en un congreso de hispanistas en Amsterdam. Porque el argumento de la nueva novela es un autobiográfico exorcismo: un profesor universitario catalán alcanza un descomunal e inopinado éxito con una novela mientras Rodney, compañero de departamento que luchó en Vietnam, arrastra una vida torturada. Las situaciones extremas (éxito y guerra) les emparejan en grado diverso ante el mal y la culpa, chirriantes conceptos cuando se asocian a la gloria. "Pues no están separados del triunfo --sostiene Cercas--, porque el éxito es insidioso; si te lo crees, estás perdido". Y enumera: "Piensas que eres mejor de lo que eres, que lo que has hecho tiene alguna importancia cuando en realidad esa gloria es fruto del azar, todo te parece fácil porque lo tienes todo: dinero, fama... Acabas menospreciando a los que siempre te habían querido y que son como tú... El éxito es un espejismo de omnipotencia y preferí no seguir esa corrupción moral implícita y que, sí, he avistado".

TRES ANCLAS ANTE EL TORBELLINO

Si el escritor no acabó arrastrado por el torbellino fue porque, según el catedrático y traductor Salvador Oliva, que lo tuvo como alumno de Introducción a los Estudios Literarios en 1981, "Cercas tiene tres anclas en esta vida: una pulsión literaria tan fuerte que recuerda la de Gabriel Ferrater, los amigos de siempre y su familia". Gracia ratifica lo primero: "Es incomparable en su caso el veneno de la ambición de ser escritor con el veneno de tener éxito".

Y esa ponzoña es tal que incluso hay quien ha llegado a estar en su casa "y él estar trabajando y ni verlo", recuerda Joaquim Vidal, copropietario de Le Bristrot de Girona, restaurante fetiche para Cercas.

"La adulación y los cantos de los centros de poder te pueden hacer perder la pelota, pero los amigos y la familia están para cortarte los momentos de felicidad", sentencia, cáustico, el cineasta David Trueba, que tras el rodaje de Soldados de Salamina se ha convertido en amigo del escritor y su oráculo sobre el mal del éxito. "Hemos hablado de eso, y él sabe que el éxito tiene un lado accidental, que este país es muy pequeño y que enseguida te pegan demasiados palos como para que el vértigo de la fama te arrastre".

Pero Cercas admite que en estos cuatro años ha llegado a sentir miedo dentro de ese torbellino: "Sí, lo vi. Ese abismo en el que me miro a mí mismo, que decía Quevedo. Si yo tengo miedo a algo es de lo que soy capaz de hacer, mucho miedo, terrorífico, tremendo. Porque todos somos capaces de cosas terribles, ¿no? Creo que el miedo está muy presente en todo lo que he escrito".