Un satélite del Ejército ruso y otro de la NASA chocaron el 10 de febrero a una altura de casi 800 kilómetros de Siberia, según fuentes de la NASA y el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Espaciales de Rusia, general Alexandr Yakushin. La colisión, que produjo una nube de escombros, ha planteado un peligro para la Estación Espacial Internacional que gira a una órbita de alrededor de 400 kilómetros de altura. Como consecuencia, los fragmentos de los aparatos espaciales se dispersaron a una altura de entre 500 y 1.300 kilómetros.