Actor, guionista, dramaturgo, escritor, ingeniero industrial..., Albert Espinosa continúa su particular lucha por romper los tópicos que se vierten en el celuloide. Como guionista, le echó humor y verosimilitud al cáncer infantil en su autobiográfica Planta 4 ; esquivó tabús sobre la muerte en Tu vida en 65´ y divirtió con las andanzas de un cojo, un ciego y un sordo en Va a ser que nadie es perfecto . El 3 de octubre debutó como director (además de guionista y actor) con No me pidas que te bese porque te besaré , adaptación de su obra teatral homónima con la que ha buscado un retrato distinto, más real, de los disminuidos psíquicos --"especiales", prefiere llamarles él--, que siempre aparecen "tristes, desgraciados, marginales... ". En su ópera prima, ellos son los personajes "amarillos" --esos de los que habla en su libro El mundo amarillo -- que ayudan al protagonista a salir de su desconcierto emocional.

La historia gira en torno a Albert (Eloy Azorín), un joven ahogado en un mar de dudas ante su inminente boda con Helena (Teresa Hurtado). Angustiado, se apunta a clases de guitarra en las que tendrá como compañeros a un grupo de disminuidos psíquicos (Pablo Rivero, Jan Cornet, Rebeca Comerma, Andreu Rifé y Golan Yosef). Espinosa se reserva el papel de David, un onanista compulsivo --al menos de palabra--, personaje que retoma de su obra El club de las pajas . "A mí lo que más me gusta es ser actor. Y esta vez presentí que el director me iba a elegir", bromea el novel realizador, que define su película como "una comedia agridulce, con dosis de ternura, humor y sentimientos, sobre la incertidumbre del amor". "¿Cómo saber si se quiere a la persona con la que uno debe pasar su vida?", cuestiona el director, para quien Albert es tan o más especial que sus colegas por su incapacidad para amar.