La actividad del hombre, principalmente la cinegética, puede repercutir en la calidad genética de los ciervos ibéricos por lo que una tesis doctoral advierte de que la gestión de las fincas debe estar acorde con los procesos naturales.

La investigación de Javier Pérez González, Factores y procesos que afectan a la variabilidad genética de poblaciones de ciervo ibérico. Implicaciones evolutivas y de manejo , está dirigida por el profesor de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Extremadura, Juan Carranza Almansa.

Desde hace cinco años, Javier Pérez --miembro del grupo de investigación Biología evolutiva, etología y gestión cinegética-- trabaja en este estudio para determinar cómo afecta la caza a la variabilidad genética y qué se puede hacer para evitar pérdidas. La variabilidad genética es la capacidad que tiene una población de responder a los cambios ambientales. "En una población homogénea genéticamente, los individuos no pueden sobrevivir a los cambios", explica Pérez en declaracines al Gabinete de Prensa de la Uex. Además, a mayor variabilidad genética, mayor evolución. La tesis ha analizado un total de 37 poblaciones de ciervo localizadas en la Sierra de San Pedro en Extremadura y en la Sierra de Hornachuelos en la provincia de Córdoba.

RESULTADOS INESPERADOS

La investigación ha demostrado que la idea de que cualquier manejo cinegético, tal como cerrar fincas para evitar el paso de individuos, o la suplementación de alimento, actuaciones que inducen en un principio a la creencia de aumento de consanguinidad, no tienen por qué reducir la variabilidad genética. Los resultados, en principio inesperados, apuntan hacia la existencia de procesos que palian posibles pérdidas.

Los investigadores pensaban que durante la berrea, los machos más fuertes que ganaban las luchas por los apareamientos eran muestras aleatorias de población. Sin embargo, el estudio ha demostrado que estos machos que van a ser los reproductores presentan una serie de características especiales: son los que contienen mayores niveles de variabilidad genética. De esta manera, a pesar de que pocos machos participan en el proceso de reproducción, debido al cierre de fincas y a que la suplementación de alimento agrupa a muchos individuos, sus descendientes mantienen altos niveles de variabilidad. Esta criba evolutiva evita que generación tras generación se pierda variabilidad genética.

De forma paralela a este proceso, en el que sólo los machos fuertes se reproducen, el estudio ha recogido que no siempre sucede así, porque las hembras son las que tienen la última palabra y deciden aparearse o no con estos machos. De hecho, determinadas hembras seleccionan durante la berrea a machos que no han ganado la competencia. La tesis evidencia que en esta ocasión las hembras eligen para la reproducción a machos genéticamente diferentes a ellas para promover la baja consanguinidad en sus descendientes (mucha variabilidad está relacionada con baja consanguinidad).

Ambos criterios de selección responden a criterios lógicos. Toda madre quiere promover la calidad en sus crías, ¿pero por qué elegir a un macho u otro?. "Hemos observado algo muy sorprendente. La elección depende del sexo de la cría" apunta Javier Pérez. Las hembras que seleccionan a los machos que ganan las luchas por los apareamientos tienen hijos y las que optan por machos genéticamente diferentes concebían hijas.

La tesis plantea una posibilidad, basada en la "selección sexualmente antagónica", para explicar este fenómeno. Cuando una hembra se reproduce con un macho fuerte, si tiene un hijo en su edad adulta (de cuatro a seis años) también ganará éste las luchas por los apareamientos. En cambio, si concibe una hija, ésta presenta menos calidad genética que lo normal. "Los genes que producen calidad en los machos, generan desventajas en las hembras" explica Pérez González.

Por último, el estudio enmarcado en un contexto de desarrollo sostenible concluye que mantener los procesos naturales que se dan durante la berrea son vitales para la conservación del ciervo ibérico.

La actividad cinegética, que en muchas ocasiones actúa como motor económico en las zonas rurales, debe compatibilizarse con el mantenimiento de estas poblaciones.