Uno de los dos protagonistas de La mala educación , el cineasta interpretado por Fele Martínez tiene una productora llamada El Azar y se mueve por el Madrid nuevaolero de 1980, una de las tres épocas en que acontece la acción. No resulta difícil imaginar al propio Almodóvar cuando empezaba a hacer cine profesional (Pepi, Luci, Boom y otras chicas del montón es de 1980), con la idea en mente de crear su propia compañía, El Deseo, que se haría realidad en 1986.

Hay elementos autobiográficos en La mala educación , y este, el recuerdo de un ambiente concreto, no es el menos importante. Almodóvar vuelve la vista al tiempo que le vio crecer como cineasta, cuando la movida madrileña era sinónimo de libertad creativa en la era de la gran transición. La mala educación se estrena al alba de una nueva era política. Curiosa coincidencia cíclica.

El último trabajo de Almodóvar es extraño e insatisfactorio. Aunque el tema central sea la represión religiosa en la España de los 60, no se trata de un alegato ortodoxo en contra del papel jugado por la religión durante la dictadura. Pese a ser un melodrama, aunque de relieve algo más bajo al de Todo sobre mi madre y Hable con ella , está trufado de elementos cómicos.

Algunos funcionan bien en el momento de producirse, pero dudas de ellos en la visión de conjunto.

Planteada como un melodrama contenido con la habitual imaginería temática y visual del cineasta, en la que no falta un transexual torturado y algunas imágenes asumidamente kitsch, se desencaja en su trazado final, cuando la historia adquiere de manera forzosa tintes más propios de un drama criminal. Hay momentos y soluciones muy almodovarianas --"un hilo de sangre dividía mi frente en dos", dice un personaje, y el director materializa ese recuerdo partiendo digitalmente en dos su cabeza--, pero el filme está por debajo de los dos anteriores, siendo tan ambicioso como inconcreto.