Han pasado 10 años, 3 discos, 400 conciertos y 5 millones de copias vendidas en medio mundo. Llegados a este punto, ¿y ahora qué? "Ahora buscamos conmover más que gustar. Ya no perseguimos la melodía pegadiza que te engancha fácil, sino esa canción profunda que se queda contigo para toda la vida". Pablo Benegas, guitarrista de La Oreja de Van Gogh, describe de esta forma el estado de ánimo de la banda donostiarra ante el lanzamiento de Guapa , su cuarto disco, que salió a la venta la semana pasada en medio de una gran expectación.

Ya no son el grupo de veinteañeros que hace una década saltó desde el anonimato hasta lo más alto de las listas de ventas con la misma facilidad que empleaban sus canciones para erigirse en himnos juveniles. Hoy son un valor asegurado de la industria discográfica nacional, capaz de doblar sus cifras de ventas con cada nuevo compacto que sacan a la calle, mientras mantienen intacto el sello que los hizo populares. "Esa es nuestra preocupación principal: lograr evolucionar y ofrecer cosas nuevas, pero mantenernos fieles a nuestro estilo", reconoce Xabi San Martín, teclista del grupo.

En busca de esa alquimia, Amaya Montero, Alvaro Fuentes, Haritz Garde, Benegas y San Martín se encerraron entre febrero y noviembre del año pasado en el local de ensayo donostiarra donde llevan toda la vida componiendo sus canciones. El método asambleario de creación tampoco ha cambiado después de una década, aunque son Benegas, San Martín y Montero los que aparecen como firmantes de las canciones. "Nos hemos tomado nuestro tiempo porque nos gusta cocinar las canciones a fuego lento", reconoce Amaya Montero a cuento de los tres años que han transcurrido desde la publicación de su trabajo anterior, Lo que te conté mientras te hacías la dormida .

Lo que sí ha variado, en comparación con sus inicios, es su ánimo al enfrentarse a las letras. "Hoy no cantamos sobre el amor o el abandono igual que hace 10 años, porque no sentimos esas realidades de la misma forma, hemos cambiado, salta a la vista", aclara Benegas. Prueba de esa evolución pretende ser Guapa , una colección de 12 canciones que vuelven sobre temáticas habituales del grupo, aunque esta vez con reflexiones añadidas acerca de asuntos como las drogas y la emigración. "Es un disco más pasional, visceral y profundo que los anteriores", afirma Montero. "Ahora somos más ásperos", añade San Martín, quien reconoce que espera "haber asustado un poco" al oyente habitual de La Oreja con el lanzamiento del sencillo del disco, Muñeca de trapo , que lleva varios días sonando en las emisoras de radio. Añádase en el inventario de novedades la excursión que los donostiarras hacen por territorios musicales hasta ahora inhóspitos para ellos, como el reggae, la bossanova, la ranchera o la electrónica, aunque sigue siendo el pop asequible marca de la casa lo que define el espíritu del disco. "No teníamos ningún interés ecléctico; simplemente algunas piezas nos pedían sonar de esa manera", justifica Fuentes, el bajista.

Guapa ha sido grabado entre Francia y España bajo la supervisión de Nigel Walter, el productor de sus anteriores trabajos. Alguien debía cuidar de que los sustos a los fans del grupo estuvieran bajo control. ¿Habrá que cambiarle la etiqueta al grupo? "Cuando vendes dos millones de copias de un disco es difícil definir tu público, pero sí es cierto que nos sentimos menos banda juvenil que antes", afirma el teclista.