Un volumen encuadernado en tapas rojas en los años 40 criaba polvo en un librero de viejo de Washington. Hasta que cayó en las manos del comprador adecuado, el vicepresidente de la National Geographic Society, Terry Adamson. El volumen contenía los reportajes publicados sobre España, entre 1910 y 1937, por la revista que aún publica esta sociedad científica, recortados por un lector anónimo interesado por este país, por el motivo que fuese.

Esta colección, casi un siglo después, se ha convertido en un libro ilustrado, España, 1910 a 1937. Los reportajes perdidos de National Geographic Magazine . Una recuperación que muestra hasta qué punto la España de esos años resultaba exótica para los estadounidenses de entonces.

Los escritores que se aventuraron en España lo hicieron casi con el mismo espíritu que los pioneros de la revista descubrieron al mundo los valles perdidos del Tíbet en 1905. Al menos eso sucede con el reportaje dedicado a Andorra, el "museo de montaña de Europa" poblada por familias regidas por patriarcas bíblicos que retrató en 1933 Lawrence A. Fernsworth tras entrar a pie desde Francia, atraído por la reciente revuelta de los jóvenes, para "estudiar las instituciones y las costumbres feudales tal como existían hace más de 600 años".

Allí (los pies de foto, de propósito pedagógico, son antológicos), el que fue corresponsal de The Times en Barcelona y de The New York Times en la zona franquista durante la guerra civil es huésped de Jaume Bonell, a quien define como "jefe de una tribu, un patriarca que mantenía las tradiciones y conservaba intactas las posesiones de su casa"; retrata las mulas como "el camello de los Pirineos" y describe atónito a un niño bebiendo de un porrón: "El niño sostiene en lo alto la botella de forma extraña y hace caer a su boca un chorro largo y fino. Juntar los labios equivale a empaparse. El truco parece sencillo, pero el principiante debe aprender el arte de tragar deprisa mientras la boca está abierta".

Aparte de la seducción que la "España romántica" levantaba entre autores como el profesor de Yale y Columbia Charles Upson Clark, el descubridor del Código Barberini azteca, que en 1910 declaraba la Península "terra incognita", y de tópicos como detectar rasgos árabes en cualquier peón moreno y encantarse con los tricornios de la Guardia Civil, destaca el interés de casi todos los autores por descubrir los hechos diferenciales de vascos y catalanes.

En 1922, el que sería administrador de la National Gallery de Washington, Harry A. McBride, califica a Euskadi como "otro mundo", habitado por "los yanquis de España". Y en 1929, National Geographic envió a describir la Barcelona de la Exposición Internacional a la famosa exploradora Harriet Chalmers Adams, que cruzó los Andes a caballo y reconstruyó las navegaciones de Cristóbal Colón.

En su reportaje: Barcelona topa con la obra de Gaudí: "El moderno templo de la Sagrada Familia, en construcción, tiene una forma de lo más extravagante.