Javier Marías (Madrid, 1951) ingresó el 27 de abril en la Real Academia Española (RAE) acompañado de la cohorte de espectros que habitan su creación literaria y que han contribuido a considerarle uno de los mejores novelistas europeos del momento, merecedor del Nobel, según Orham Pamuk, galardonado en el 2006. El cine, Stevenson, Dickens, Ortega, Cervantes, Juan Benet, su padre --el filósofo Julián Marías--, académico también durante 40 años, la traducción, el poder de la palabra y, cómo no, lo paradójico se sentaron con él en el sillón R, que ocupó antes su admirado Fernando Lázaro Carreter, tras un discurso en el que todos fueron citados para elogiar a la ficción como esencia del ser humano.

Las ceremonias de la RAE siempre están revestidas de un boato y envaramiento que se relajaron con el discurso del nuevo académico y el cruce de ironías con su colega Francisco Rico --en ocasiones, un personaje más de las novelas de Marías--, que le dio la réplica de bienvenida.

Como dijo Rico, el "joven Marías" --apodo que le pusieron sus amigos en el inicio de su carrera-- empezó su discurso "con una confesión de humildad" y lo acabó "con una manifestación de arrogancia". El título lo decía todo: Sobre la dificultad de contar . En él se planteaba la paradoja de que un novelista, con una tarea "bastante pueril" --cita de Stevenson--, pueda ser académico. Pero finalizó diciendo que las figuras históricas --citó al Cid y a los reyes de Inglaterra-- se ven realzadas gracias a un novelista. "Pese a la puerilidad del novelista, a su ingenuidad radical, a lo absurdo de su labor, ese novelista que inventa es el único facultado para contar cabalmente".