Bajo cuatro columnas romanas, vestigio del viejo templo de Augusto, en la cumbre del Monte Taber, Eduardo Mendoza presentó el 7 de abril El asombroso viaje de Pomponio Flato (Seix Barral), una sátira de romanos a costa de la historia sagrada cuya clave es "la humildad". Algo normal ya que el improvisado púlpito --la colina barcelonesa a espaldas de la catedral-- poco tiene que ver con el del bíblico sermón: apenas levanta 15 metros sobre el nivel del mar. Pero como los últimos serán los primeros, o quizá por aquello de los mansos bienaventurados, el autor ha recogido ya sus frutos: dejar algo lejos los 100.000 ejemplares de las tres ediciones que lleva el libro desde el pasado 27 de marzo y tener todavía la perspectiva de Sant Jordi, tierra prometida de leche y miel de todo novelista de éxito que se precie.

El Pomponio Flato del título es un patricio romano que en busca de unas aguas medicinales recala en Nazaret donde acusan falsamente de asesinato a un carpintero del lugar, de nombre José. Un niño Jesús "rubicundo, mofletudo, con ojos claros, pelo rubio y orejas de soplillo" le contrata como detective. Aunque Mendoza es descreído --"nadie sabe qué aspecto tenía Jesús, ni siquiera se sabe si existió"-- no teme herir a los creyentes aún a sabiendas de estar priorizando la humanidad del protagonista de los evangelios. "Es solo una broma. A un creyente le chocará el que alguien que lo sabe todo, necesite un detective".

El verdadero objetivo de los dardos de Mendoza es toda esa moda histórico-conspirativa que tiene su mejor ejemplo en El código da Vinci : "Esa mezcla de misterio, religión y Carla Bruni. Y no me molesta tanto la novela de consumo y entretenimiento, como la repetición continua de ciertos modelos".

Huyendo de éstos, al autor de La ciudad de los prodigios no le incomoda hacer uso de cierta escatología --las repetidas ventosidades del protagonista, por ejemplo--: "Porque la tradición griega, medieval y en la picaresca la utilizan sin vergüenza y además entronca con el más típico humor catalán que está exportando el caganer al mundo y poniendo en peligro a Santa Claus".

HUMOR BRITANICO

Avido lector de los clásicos latinos a los que emula con seriedad y "sin ser un erudito", Mendoza se ha planteado esta novela humorística como un ejercicio de inteligencia a ese estilo británico que tiene en su nómina a Chesterton y a Monty Phyton, grupo con el que esta novela cuenta con no pocos puntos de contacto: "Tienen la habilidad de aunar la payasada y la forma intelectual". Puesto a definir su novela, a Mendoza le gusta equipararla con un juego de manos: "En la magia, y en las novelas policiacas, cuanto más inteligente es el lector más se deja arrastrar por la trama. Solo los ignorantes se preguntan dónde está el truco".

Con esa intención, en ese particular evangelio apócrifo que es El asombroso viaje de Pomponio Flato , ha ido sacando de la chistera a una serie de personajes todavía ignorantes del inmenso peso religioso que adquirirán en el futuro : una María parlanchina, un José resignado, un Jesús niño pero enamorado ya de María Magdalena y un bandido que bajo el improbable pero real nombre de Teo Balas acabará siendo un importante secundario en la pasión de Cristo. Con todo y pese a que el libro está lleno de guiños religiosos, al lector de a pie le sobran conocimientos para abordarlos: "Hay que ser muy tarugo para no entenderlos. Una cultura general básica es suficiente.", receta Mendoza.