Ganador de la Palma de Oro en Cannes en dos ocasiones con Naked (1993) y Secretos y mentiras (1996), el director británico estrena ahora Happy , un optimista relato por el que Sally Hawkins obtuvo el Oso de Plata a la mejor actriz en la Berlinale. La intérprete da vida a una profesora londinense que, por ejemplo, cuando al salir de una librería descubre que le han robado la bici, en lugar de enfadarse reacciona con buen humor.

´Happy´, un cuento sobre la felicidad, es la historia de una mujer feliz. ¿En qué medida es una proyección de usted mismo?

--Siempre tengo problemas para titular mis películas, lo hago en el último momento y se me da fatal. Tengo la sensación de que definir Happy como la historia de una mujer feliz implica que esa mujer es idiota, o que se atiborra de hongos, y no es eso. Más bien habla de realizarse y de conectar con los demás, habla de sinceridad y de amor. Yo aspiro a todo eso, así que supongo que sí, sí es un reflejo de mis propios sentimientos.

¿Entiende usted que el radical optimismo de esa mujer pueda resultar agresivo a algunos espectadores?

--Comprendo que, tras la primera escena de la película, algunos espectadores se pregunten si quieren pasar dos horas en compañía de un personaje como ese, pero inmediatamente después queda claro que no es una neurótica, sino una mujer muy abierta y honesta, y también tiene un gran sentido del humor, y la capacidad de ser un poco payasa si le apetece serlo. Primero empiezas a entenderla, luego la aprecias y finalmente llegas a quererla. No concibo que el espectador pueda reaccionar ante ella de otra manera.

Dado que el tono de ´Happy´ es mucho más ligero que el de obras previas suyas como ´Secretos y mentiras´ o ´El secreto de Vera Drake´, ¿debe considerarse un desvío en su carrera?

--No, porque, como todas mis películas, tiene mucho que decir acerca de cómo vivimos, de cómo enseñamos y cómo aprendemos, de nuestra manera de interactuar con la gente, de resolver problemas y sobrevivir. Una película solo puede ser interesante si está arraigada de alguna manera en la realidad. Si esta historia la hubiera contado Hollywood, Poppy (Rally Hawkins) acabaría siendo castigada por su actitud vital, y eso sí sería irreal. Porque el nuestro no es un planeta enteramente poblado por gente atormentada y al borde del suicidio. El mundo está lleno de personas que siguen adelante. En ese sentido, he querido hacer una película antimiserabilista.

¿Siempre tiene usted un control total sobre las películas que hace?

--Aunque cada proyecto es un proceso cooperativo, tiene que haber un general en el campo de batalla. Toda película debe tener una visión coherente y cohesiva, y un autor como yo, que hago obras muy personales, debe tener el control. Pero no hago cine en la intimidad de mi dormitorio, colaboro con actores, cinematógrafos, montadores, compositores, etcétera. Pero las personas irrelevantes, como productores que no saben de lo que hablan, no intervienen. Eso sí, en última instancia, un director no puede evitar ser un freak paranoico.