El Prado, que tanto amaba Francis Bacon (Dublín, 1909-Madrid, 1992), en el que se encerraba sin público para observar y escuchar lo que le decían sus admirados Goya y Velázquez, le devuelve el favor con amor y con todos los honores y descubre la "carga emocional" de su dura e inquietante obra. Después de Picasso es el segundo artista del siglo XX que goza de la consideración de clásico para que la pinacoteca acoja en sus salas una retrospectiva --recién llegada de la Tate de Londres y antes de viajar al Metropolitan de Nueva York-- como homenaje en el año de su centenario.