Con un hábito ocre de monja, Paz Vega escucha las indicaciones de Ray Loriga. Ella es Teresa de Jesús, el personaje que ha recreado el autor de la novela Trífero en Teresa, muerte y vida , cuyo rodaje se desplazó a Extremadura a lo largo de la pasada semana. Antes de ponerse detrás de las cámaras por segunda vez tras La pistola de mi hermano (basada en su novela Héroes ), Loriga escribió el guión de El séptimo día , la película de Carlos Saura sobre los crímenes de Puerto Hurraco. De la trágica realidad española a la mística del Siglo de Oro, un salto posible para el cineasta si uno piensa en el mismo país.

Loriga es un hombre paciente, observador. Enfundado en un chubasquero azulado y con pantalones vaqueros, dirigió el pasado lunes a su equipo en la ermita de Santa Ana, a las afueras de Trujillo, cerca del campo de San Lázaro, que se convirtió no solamente en escenario de la película sino también en el centro logístico de producción del filme, cuyo presupuesto es de ocho millones de euros. Allí tenía previsto rodar durante dos días para desplazarse después a Cáceres y llevar a su Teresa de Jesús por los escenarios de las plazas de San Jorge y San Mateo.

LA PRIMERA JORNADA

De noche aún, a las 6.30 del pasado 9 de enero, los 87 extras contratados por la productora Lola Films llegaron al mercado regional de la localidad. Procedían de Badajoz, Cáceres, Santa Amalia y Trujillo y su comarca. Paz Vega, la actriz en la que confluían todas las miradas, llegó al lugar del rodaje, según comentan algunos extras, con la cara totalmente cubierta "para que no se la viera, ni se la molestara", dicen. Junto a la actriz, también rodaron ese lunes en Trujillo, entre otros, Eusebio Poncela y Virginia Mataix.

Antes de que se escuchara la palabra "acción", los extras se vistieron con las ropas que les asignaron. "A algunos les retocaron las patillas y a otros le hicieron la calva de los monjes", afirma un extra trujillano. "Todo ha sido cuidado, desde la ropa hasta el pelo", indicó otro vecino.

Después se impuso un ejercicio de paciencia. Pasaron cinco horas hasta que, tras diversos ensayos, se rodó la primera toma de una secuencia. Según los figurantes, el rodaje realizado en Trujillo recogía el momento en el que unos alguaciles pretenden cerrar un convento fundado por Teresa de Cepeda. En ese instante, un grupo de vecinos se acerca al convento para ver lo que acontecía.

Durante la filmación, que comenzó al mediodía, sólo se escuchó una voz sobre el resto, la del primer ayudante de dirección, Eusebio Graciani, quien marcó las pautas de la grabación, junto con el director.

Para el rodaje, los extras se dividieron en tres grupos. Lo único que hicieron fue avanzar hacia la ermita, remodelada como convento, y detenerse en el lugar estipulado por el director.

La rutina del rodaje se dejó sentir en las numerosas tomas que fue necesario tomar de la misma escena, a pesar de que el propio Graciani animaba a los extras. "Ha salido todo bien, así lo tenéis que hacer", decía.

El trabajo se prolongó hasta media tarde. Durante la mañana del lunes, se rodó en los exteriores de la ermita de Santa Ana y por la tarde se realizaron tomas desde dentro hacia fuera, según informaron extras consultados.

El rodaje pareció volverse hermético. Ni los protagonistas ni el director realizaron declaraciones ante los medios de comunicación y no estaba prevista ninguna comparecencia en el resto de su estancia extremeña.