Mientras el jurado del Premio Cervantes fallaba el pasado jueves que Juan Marsé, el chico de barrio de la literatura española, era el galardonado de este año, "por su capacidad de reflejar la España de posguerra", el escritor ya había decidido de buena mañana que excepto no ir a hacer sus largos habituales en la piscina cercana a su casa en pleno Eixample (Barcelona), todo iba a continuar exactamente igual. Por eso, la mañana del día en la que le iban dar el nobel de la literatura hispanoamericana --aumentado este año a 125.000 euros-- se puso a resolver un complicado capítulo de la novela que, ya muy avanzada, tiene entre manos y a primera hora de la tarde se fue a ver a su cardiólogo --el corazón le ha dado algún susto-- a una revisión rutinaria, como estaba previsto. Como el doctor Massip le notó un poco acelerado, Marsé, a quien le gusta hacerse el duro, aunque en el fondo no lo sea tanto, tuvo que confesarle que mientras le auscultaban era posible que ya fuera el cervantes 2008. Un presagio que se cumplió.