Considero que la normalización de la prescripción enfermera debe cerrar un debate que debió quedar resuelto con la publicación, el 27 de julio de 2006, de la ley de Garantías y Uso Racional del Medicamento, conocida popularmente como ley del medicamento. Pero en nuestro país aún existen poderes que dificultan y limitan las políticas de progreso y de cambio. La introducción de la prescripción enfermera supone poner en hora el reloj de nuestro sistema sanitario, como ya lo han hecho otros sistemas de salud adoptando medidas similares. Dicha medida debe servir para potenciar la colaboración entre los distintos miembros de los equipos de salud, y redundar en mayor comodidad y calidad de atención a las personas con algún problema de salud. Los enfermeros están formados y tienen experiencia en prescribir. Sólo faltaba legitimar lo que ya se venía haciendo en la práctica.

Pero junto a las posiciones favorables a la prescripción de determinados medicamentos y productos, mantenidas por instancias profesionales enfermeras, se han producido reacciones contrarias a que se legisle sobre esta cuestión, a pesar de que la Ley del medicamento estableció el plazo de un año para hacerlo. Estas reacciones, entre airadas y apocalípticas, se han producido fundamentalmente desde sectores corporativos del Consejo General de colegios de médicos, que han llamado a movilizarse a los médicos y estudiantes de medicina contra lo que alguno denomina como "fraude para la profesión médica y un peligro para la asistencia sanitaria". Tales declaraciones, y otras similares, hay que entenderlas entre lo que podríamos denominar defensa a ultranza de posiciones inmovilistas y corporativas de viejo cuño, para los que entienden que fuera de la medicina no hay vida inteligente.

Lo que ahora se introduce como práctica legal en España ya es una realidad francamente ampliada y probada en otros países como Estados Unidos, Australia, Reino Unido, Canadá, Suecia... Y lo que nos dice la experiencia en esos países es que los indicadores de salud de sus sistemas sanitarios muestran resultados cuando menos similares, con un coste inferior al nuestro y con mayor satisfacción de los pacientes.

Pero además se trata de buscar el fomento e impulso de la cooperación en el seno de lo que son los equipos sanitarios interdisciplinarios, que trabajan por lograr el mejor producto sanitario, fruto del esfuerzo y la cohesión de distintos profesionales de la salud, en el que la prescripción se puede considerar como uno de los subproductos que componen el producto final sanitario.

Dicho lo cual cabría preguntarse: "¿es el médico el único profesional competente para prescribir, o sería posible admitir la intervención de otros profesionales en el proceso? Ese asunto nos sitúa ante un debate de plena actualidad donde todas las opiniones son posibles y algunas acciones deseables. Así parece que se ha entendido por parte del Ministerio de Sanidad, que sigue la estela de otros sistemas de salud en los que se ha facultado prescribir no sólo a los médicos y odontólogos, sino también a los enfermeros, farmacéuticos, matronas y naturópatas. Esta práctica es una realidad que debería hacer pensar a algunos, que se rajan las vestiduras profesionales y se irritan en cuanto les tocan lo que consideran un monopolio. Ayer, contra las consultas de enfermería y hoy frente a la prescripción enfermera. La irritación no es de los médicos, es de ciertos sectores médicos a los que les falta hacer la transición sanitaria .