Inmersos en una atmósfera de incertidumbre sobre el futuro de su mercado, los fabricantes norteamericanos viven momentos difíciles. No tanto porque lasventas hayan bajado en alrededor de un millón de unidades, sino también porque la amenaza de los fabricantes europeos es cada vez más seria y potente.

Una amenaza que, poco a poco, va conquistando el corazón de los usuarios y compradores estadounidenses. El salón de Detroit es una buena prueba de esa poderosa influencia europea. Hace unos años, apenas una o dos marcas europeas se atrevían a asomarse al certamen americano, que era una auténtica demostración del poderío de la industria local. Ahora, la presencia de marcas del otro lado del Atlántico es más que notoria.