La sexualidad y el mundo de los deseos de los monjes lamas que habitan en el Himalaya es el tema central de Samsara , filme del director indio Pan Nalin que se ha convertido en todo un éxito tanto en Oriente como en los países occidentales donde se ha estrenado y que llegó a las salas españolas el pasado viernes.

"Los budistas ofrecen al mundo una imagen de felicidad, armonía y espiritualidad, por encima de los sentimientos humanos, cuando la realidad no es así. Por naturaleza, el budismo debería ir adaptándose al mundo de hoy, pero se ha quedado estancado hace siglos", explica Nalin, en la presentación de la película en Madrid.

Samsara narra la experiencia de un lama del Himalaya que, después de tres años, tres meses y tres días de reclusión voluntaria, vuelve al convento donde vive desde los cinco años. A su regreso, comenzará para él la lucha entre la férrea disciplina del convento y el despertar a la vida sexual, algo que se acrecenta con un viaje a una villa cercana donde conoce a una joven.

Pan Nalin rodó en el Himalaya un documental sobre la reencarnación de un monje, pero no fue hasta su regreso al caos de Bombay, cuando decidió rodar Samsara , una película en la que podía utilizar los fuertes lazos de amistad que le había unido a algunos monjes durante la realización del filme documental. "Quería hacer una reflexión sobre lo que significa compaginar la disciplina de un monje con sus sentimientos", señala Nalin, quien explica que su película fue recibida por los budistas e hinduistas de los países de Oriente donde ha sido estrenada "con el corazón abierto. Incluso -apunta-, en Tailandia, me invitaron a un monasterio para que diera unas conferencias a los monjes".

SIN TAPUJOS

En Nepal, el cineasta se enteró de que en los vídeoclubs de allí había dos versiones de la película. "La vegetariana y la otra, que contiene algunas escenas sensuales. Me contaron que los monjes pagaban cincuenta rupias más para llevarse la versión sensual. Hay mucha hipocresía de por medio", explica.

Pan Nalin eligió rodar en una remota región de la India, Ladakh, también conocida como la Tierra de la Luna , un árido y frío desierto considerado también como El último Sangri-La . A las dificultades logísticas se sumó la falta de oxígeno provocada por la gran altitud, lo que les obligaba a rodar tan sólo cuatro o cinco horas diarias.