A finales de los años 70, en lo más crudo de la sangrienta represión con la que el régimen del coronel Gadafi aplastó la disidencia, un niño de 9 años ve cómo su mundo se desmorona e intenta comprender. Solo en el mundo (Salamandra), el debut literario de Hisham Matar, no es propiamente una novela política, aunque retrate las miserias y las atrocidades de la revolución libia, sino más bien una historia de amor y de pérdida condensada en 256 intensas páginas. Finalista del premio Man Booker --algo nunca antes logrado por una primera novela--, aclamada por la crítica europea y profusamente traducida, Solo en el mundo parece justificar la decisión de su autor de apartar su carrera de arquitecto.

El inconmensurable amor que une a Solimán, el protagonista, y su madre marca la novela. Mientras, la incertidumbre primero y el horror después acaban con la inocencia del chaval y, en paralelo, con la de su país. "Las tragedias colectivas nunca son tan auténticas como las experiencias individuales", apunta Matar, quien también tenía 9 años cuando su familia abandonó Libia en 1979, el año en que transcurre la novela.

Su padre, disidente político como el de su protagonista, sería secuestrado y desaparecería a manos de los esbirros de Gadafi años después. "Soy el libio menos politizado que conozco", asegura sin embargo Matar, que no ha vuelto a pisar su país. "No es una ideología política lo que me impulsa a hablar de las injusticias, simplemente es decencia".

Aquí acaban, además, las similitudes entre autor y personaje. "Mi familia era muy diferente de la de Solimán. En realidad, me veo muy ausente de mi novela. Mi forma de trabajar es diluirme a mí mismo y servir a la obra. Trabajé duro durante cinco años en construir, pieza a pieza, otra vida", explica el autor de esta novela escrita "para que se lea como si alguien la susurrara al oído".

Solimán es hijo único. Durante las frecuentes ausencias de su padre --supuestamente por viajes de negocios-- intenta proteger a su madre, una mujer joven que soporta su drama a base de alcohol y le cuenta cómo fue obligada por su familia a casarse cuando solo era una niña. Otro tipo de opresión, la política, se le revela brutalmente cuando el profesor Rashid, vecino y amigo, es detenido y su ahorcamiento público en una pista de baloncesto, emitido por televisión. El padre de Solimán es también arrestado. Volverá a casa destruido, después de haber delatado a compañeros bajo tortura.

Rotos los dos, por primera vez los padres de Solimán podrán comprenderse el uno al otro. Y su empeño será alejar a su hijo de la barbarie, aunque él sea incapaz de asimilar cuanto ocurre.

Exiliado en Londres, Matar califica de "muy trágico" que parte de la izquierda europea haya visto con simpatía el régimen de Gadafi, percibido como revolucionario: "La gente suele olvidar que los dictadores son esencialmente manipuladores. Lo que les preocupa es reescribir la historia, y silenciar por completo cualquier otra voz. Por eso en Europa nadie conoce otra historia de Libia que la de Gadafi", afirma el autor.