La serpiente asiática Rhabdophis tigrinus, después de devorar los sapos que atrapa, retiene y almacena parte de las toxinas en una serie de glándulas del cuello que utiliza para defenderse frente a sus depredadores, según un estudio de la Universidad Old Dominion en Norfolk (EEUU). Las conclusiones de la investigación se publican en la edición digital de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). Esta práctica es rara entre vertebrados terrestres aunque no entre los invertebrados.