Las jóvenes promesas del pop británico son las últimas víctimas de la guerra de EEUU contra el terrorismo. Controles de seguridad inacabables y visados carísimos están impidiendo a las nuevas bandas musicales hacer carrera al otro lado del Atlántico. Desde los atentados del 11-S, los grupos de rock británicos tienen más problemas con inmigración y menos posibilidades de actuar en EEUU. La ausencia de los escenarios les impide darse a conocer y abrirse paso en el mercado musical más poderoso, denuncia el sindicato de músicos.